III. Promesas inconclusas

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Disclaimer: Miraculous no es de mi propiedad al igual que el arte aquí utilizado.
Sin embargo, lo aquí escrito sí es de mi entera autoría.
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[Incluso si nuestro tiempo aquí es muy corto]

Tomar las palabras de los demás siempre había sido muy difícil. Había vivido en un ambiente en el que la cabecilla era quien tenía la razón y la última palabra. Él era el líder del equipo, ¿No? ¿Entonces por qué se sentía como si estuviera eternamente equivocado? Miraba hacia el balcón que había compartido muchas veces entre pláticas profundas con Marinette, sin embargo, jamás se había sentido tan ajeno como en ese momento. Volvió a juguetear con su bastón haciéndole  girar entre sus dedos, calculando cuál exactamente iba a ser su excusa. 

No la había.

¿Cómo explicar que lo que quería era alejarse lo más que podía de ella para no lastimarla? Porque no podía asumir del todo lo que estaba sintiendo y porque volverla a ver era el recordatorio cruel de que no había cumplido su promesa, y que seguía siendo el fraude que siempre creyó. ¿Cómo podía siquiera mirarla a los ojos luego de revelarse como el invasor de su intimidad? Su cruel verdugo y la razón de que ella estuviera en ese hueco. No podía, pero sentir su ausencia parecía doler más que todas esas razones forzadas para alejarse.
Descendió de la barda desde la que solía mirarla de vez en cuando regar sus plantas y dispuesto a tocar el cristal que daba a su habitación se dio de bruces  contra la cama cuando ella abrió la trampilla de imprevisto.

     ─Chat Noir, ¿Qué haces aquí?─ lanzó la pregunta intentando ayudarle a reincorporarse. 

El rubio la miró pero el rostro de ella no era el dulce gesto de siempre. Llevaba  el pelo suelto y las mejillas sonrojadas, y sus ojos centelleaban con un poco de reproche. Chat tragó pesado acomodándose entre la mullida cama. 

    ─Lo siento, yo... caí del techo y ..

     ─Oh, no venías a verme entonces...─ soltó con desilusión.

      ─ No, es que...

     ─Está bien, ehm... puedes descansar aquí y luego seguir tu camino a casa.

     ─Nette...─ llamó él tomando su mano.

     ─Chat Noir....

Se miraron por un instante hasta que la chica pellizcó con fuerza la mejilla del héroe. Chat se quejó sonoramente llevando ambas manos al costado de su rostro y ella formó un puchero.

     ─¿Ahora qué hice?

     ─¿Te parece poco haber desaparecido por semanas? Estaba tan preocupada por ti, sólo sabía lo que salía en las noticias. Te lastimaron tantas veces y no pudiste venir ni una sola vez a decir que estabas bien. ¿Qué les pasa a ti y a Adrien Agreste? Que se creen que no le importan a nadie ¿o qué?

     ─Marinette, yo no...

     ─Yo no, yo no...Deja de ser tan irresponsable, ¿Quién te cura las heridas? Mira cómo tienes el rostro─ señaló acariciando su mejilla donde antes le había pellizcado. 

Eran las cicatrices del día anterior, él lo sabía pero prefería ignorarlo. Posó su mano sobre la de ella que le acariciaba con delicadeza y sonrió de la manera más sincera que no había sentido desde hacía mucho tiempo.

     ─Lo lamento mucho, han sido días muy duros en casa─ se excusó y no estaba mintiendo del todo.

     ─Está bien, no te preocupes... Pero ojalá todo mejore.

     ─Dijiste que Adrien Agreste tampoco ha venido─ intentó cambiar un poco el tema. Aunque la verdad es que seguían hablando de él.

     ─Sí, él no ha venido desde hace tiempo─ contó ella desanimándose─ Alya dice que es porque tiene muchos problemas en casa, el juicio de su padre. La verdad  era en un principio el único que se preocupaba por mi, pero ahora... Siento algo fuerte que me ata a él y, no sé.

     ─Él se sigue preocupando por ti... eso seguro.

     ─¿Te parece?

     ─Sí está pasando por mucho, pero no hay día en que no piense en ti, que no te extrañe con todas sus fuerzas.

     ─ ¿Cómo sabes eso?─ inquirió la de ojos mar acercándose más a él.

    ─Porque yo también lo hago.

Quizá el beso no era apropiado, no cuando ella seguía tan sensible con todo lo que había pasado desde el accidente, las cartas y todas sus visitas. Pero sus labios se sentían como el más dulce bálsamo en la herida que en su corazón se hacía más y más grande. Nada importaba, nada que no fuera su cercanía y el calor de sus manos que se aferraban a su cabello en tanto él la acercaba más por la cintura en un agarre fuerte y seguro de no querer perderla nunca más. La quería, lo sabía, aunque aún se sintiera en negación y  con miedo. Luego una sonrisa sobre sus labios,  confundido pero en paz.

Como no se sentía desde aquella última vez, cuando prometió cuidarla y acto seguido la perdió, defraudó su confianza. Se sentía en entera tranquilidad, como esa noche cuando ella le aseguró que aunque vivieran rodeados de tanta gente dispuesto ayudarlos, al final solamente eran ellos dos. En una agarre poderoso y una sonrisa casual que le robaba el aliento. Sin embargo, lo sabía, aquello no duraría para siempre. Porque cuando había la mínima pizca de sosiego en su vida, ocurría una catástrofe. Igual a cuando sale el sol y el cielo se despeja antes de llover en tempestad tal que arrasa con todo. La armonía no duraría mucho, era cuestión de tiempo para alcanzar a cerrar los ojos y recibir el impacto que era volver a perderlo todo.

Pero esta vez sería diferente, se lo había prometido cuando la vio casi morir en aquella habitación de hospital, haría lo que estuviera en sus manos para encontrar una solución a todo eso y no perder a nadie en el intento.

La paz no es siempre un indicativo de un buen final, y él lo sabía mejor que nadie.

     ─Te ayudaré a volver aunque me cueste la vida─ se repitió a sí mismo y a la chica que dormía plácidamente entre sus brazos.

[¿No has pensado lo que sería de nosotros de no haber aceptado el destino?]

Próximo capítulo:
Flashback: El odio.

N.A: Jeje,  sí se puedeeee :D Déjenme comentarios, me los merezco, más que sus votos sus comentarios son lo que me motiva.

Bye, bye y nos leemos a la próxima mis gatitos espías y besucones.





Memorias de un guardián || MLB|| Adrinette / MarichatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora