IX. Sentimientos de una heroína

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[Temo caer del pedestal donde me adoran]

Su corazón latía con fuerza, dicen por ahí que el sentimiento de estar enamorada y sentirse amenazada o apunto de morir era química y físicamente el mismo. Marinette podía asegurarlo, porque ambos sentires parecía conocerlos a la perfección. Corría miles de kilómetros y parecía no cansarse, y aún así lo que la asechaba no se rendía. Estar perpetuamente huyendo, temiendo. El calor en su cuerpo era palpable, y ese dolor en el pecho que no quería disminuir. Era eso lo que sentía, que estaba muriendo lentamente.

Abrió los ojos de golpe encontrándose con la oscuridad de su habitación. Una rendija en la persiana le devolvió el sentido al captar un  rayo de luz de algún anuncio de afuera. Suspiró, se sentía como una cobarde, era esa la tercera noche que no dormía nada por las pesadillas que le atormentaban. Estiró el brazo y se percató de que una vez más él no estaba junto a ella.

La tercera noche seguida, pero habían ocurrido infinidad de ellas, donde Marinette apenas podía reconocerse entre sueños. Donde cada uno de sus temores parecían hacerse realidad mientras la ausencia de aquel que le prometía el bienestar le agobiaba hasta dejarla sin vida en sus sueños y fantasías. 

Se removió en el colchón sintiendo que el mismo rechinaba  y hacía frotar las sábanas. El sonido la hacía instalarse en la realidad nuevamente así que  encendió la lámpara junto a su cama para asegurarse. Sus ojos examinaron cada centímetro de su recámara, lo extrañaba y eso era algo innegable. Chat Noir se había incrustado en sus pensamientos y ahora en su rutina, añoraba y extrañaba su respirar junto a ella y el tacto sedoso de su cabello en las penumbras. Se distrajo en sus recuerdos hasta escuchar los pasos acercarse al sitio.

Tres toques en la puerta y apagó pronto las luces.

     ─Marinette, pude ver la luz por la rendija─ murmuró su madre.

La chica suspiró levantándose para ir a ver por la escotilla a donde la mayor aguardaba. Se recriminó internamente por intentar hacerse la desentendida, evadiendo un poco la mirada de su madre. Sabine ignoró el hecho.

     ─¿Qué pasa, mamá?─ preguntó la joven.

     ─Eso es exactamente lo que yo me pregunto, ¿Qué pasa? ¿Qué pasó contigo, con todo esto? Porque ya no eres mi hija, mi Marinette. No duermes, ocultas cosas, apenas sales y es un martirio llevarte a las revisiones del doctor.

     ─Mamá, eso no es...

     ─Lo es. Y mientes todo el tiempo, ya no llamas a Alya... Te pones en riesgo.

     ─Mamá...

     ─ Marinette...

     ─No sé, no sé lo que pasa. No puedo recordar a Alya por más que ella venga y me enseñe fotos en las que ni siquiera me reconozco, no quiero salir porque espero que... Tengo mucho miedo, mamá. Tengo pesadillas todo el tiempo y en lugar de tener respuestas solo me siento más y más ahogada, tengo terror y no logro sacarme a Adrien de la cabeza, él no viene e intento saber qué fue lo que hice mal y por qué mi corazón me duele tanto cuando siquiera escucho su nombre─ confesó llevándose la mano al pecho─ es como si me enterraran un cuchillo en el pecho y le dieran vuelta hasta drenarme.

La mayor terminó por adentrarse a la habitación de su hija y cubriéndola con un abrazo masajeo su espalda que se movía al compás de su sollozo.  Buscaba reconfortarla pero no había cabida en sus palabras para que pudiera hacerla comprender que todo aquello era el proceso de sanar las heridas del pasado.

Memorias de un guardián || MLB|| Adrinette / MarichatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora