Flashback: El robo

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Disclaimer: Miraculous no es de mi propiedad al igual que el arte aquí utilizado.
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[Y quedarme en la nada]


─ ¡Por favor, alguien que me ayude, por favor!─ Se escuchó a lo lejos.

El desespero era palpable tan solo con escuchar la voz quebrada de aquél varón. Las enfermeras acudieron a la entrada apenas vieron al héroe de París que había dejado a una chica inconsciente en una de las camillas, cuando este se desplomó dejando ver a un pobre muchacho mal herido. Era por ética profesional, pero todos en el hospital habían acordado no decir nada respecto a quién había acudido originalmente con la joven Dupain Cheng, claro que no se salvaron de un par de voces indiscretas que vieron entrar a Chat Noir al hospital.
Adrien Agreste había declarado un accidente automovilístico lo que resultaba más fácil para los asistentes médicos, claro que era una versión difícil de sostener sobre todo luego de lo anunciado en los medios de comunicación.

Habían curado al joven Agreste, habían limpiado cada una de sus heridas, aunque se sabía por su mirada perdida, que la más profunda y letal estaba en su pecho destrozado por la verdad de su vida. Aún con su dolor él no se separaba de su amiga, ni siquiera cuando los médicos le dieron el peor de los pronósticos. Adrien Agreste había sufrido tanto, veía cas imposible perderla a ella también, porque sería demasiado peso por cargar

─ ¿Seguro que no quieres ir a casa, cariño? ─ escuchó por vigésima vez ese día, y quizá una cantidad de veces igual en los días anteriores.

─Me gustaría estar aquí cuando despierte, señora Cheng─ señaló él.

─Pero deberías dormir aunque sea un rato.

─Lo prometo.

─Iré por un café, ya vuelvo.

No espero ni un segundo, era su primer oportunidad en mucho tiempo, se encaminó a la mesilla donde estaban las pertenencias de Marinette, evitó verla mucho tiempo, no quería sufrir jaqueca nuevamente. Se dirigió a la bolsa con sus iniciales y encontró lo que parecía ser una libreta, quizá una bitácora. Abrió para espiar un poco confirmando que cada una de las páginas llevaba su letra. Halló también el viejo amuleto que alguna vez le regaló y detuvo su vista en los aretes que yacían en la rayada madera del buró.
Estaban rotos, casi irreconocibles. Se detuvo un instante a sollozar recordando lo ocurrido días atrás. Quería disculparse pero ni siquiera estaba seguro de que ella podía escucharlo. Hacía días no veía a Plagg, tampoco se atrevía a mirarlo a la cara. Era su única oportunidad, ocultó la libreta entre la pretina de su pantalón cubriéndolo con su camiseta y al intenta tomar los aretes escuchó la puerta de la habitación abrirse.

─Joven Agreste, debe descansar─ le acusó una enfermera que venía acompañando a Sabine.

─Sólo quería verla─ se avergonzó─ creo que tomaré esa siesta ahora─ mencionó volviéndose al mullido sofá del sitio.

Se recostó cubriéndose apenas con su chaqueta. Simuló estar dormido aunque en realidad solo tenía los ojos cerrados y respiraba acompasado para que no lo notaran. Escucho a Sabine hablar con la enfermera de lo mucho que amaban a su hija, de lo preocupados que estaban y de cuánto esperaban que despertara. Luego escuchó a alguien irse y una punzada le atravesó el pecho al escuchar la voz de la señora Cheng.

─Son solo unos niños, y han hecho solos todo esto... perdónenme.

Escuchó llanto y quiso por un instante levantarse a reconfortar a la señora Cheng, decirle que habían estado bien y que siempre se cubrirían la espalda, pero tenían a su hija postrada en una cama, con el pulsioxímetro haciendo eco en su cabeza. ¿Cómo podía asegurarle algo después de todo el desorden que había dejado? Sabine salió y Adrien intentó arrullarse con el sonido del aire acondicionado. Pensó entre eternos segundos en cómo solucionar todo eso sin ella. ¿Cómo iba a volver frente a todos después de lo que había visto? ¿Qué cara iba a poner cuando le preguntaran por él? No fue sino hasta que el pitido de la habitación se escuchó diferente y con él la fricción de las sábanas que volvió a sentirse vivo, igual hasta un poco culpable. Intentó con todas sus fuerzas mantener su respiración calmada y mudo el frenético latir de su corazón. Quería correr a abrazarla, decirle cuánto lo sentía y prometerle el universo entero con tal de no volver a sentir que la perdía.

¿Ella lo aceptaría? ¿O lo odiaría después de saber su verdad?

─Marinette. D. C., 17 años

─Tom, Tom, pronto, llama al doctor, Marinette despertó.

Escuchó.

Entonces Adrien lo comprendió, que su herida más letal no era el tener que reconocer su verdad, sino aceptar que le había fallado a la persona que más había amado, y eso no lo hacía muy diferente a su padre, a Hawk Moth. Aquel que le robó la vida, así como él le robó la suya a ella.


[Te admiro por lo que tú has hecho]



Próximo capítulo:

X. Tras las pistas.



JOJOJO, Feliz año nuevo, nos vemos al próximo :p

Memorias de un guardián || MLB|| Adrinette / MarichatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora