IV Dura soledad

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Disclaimer: Miraculous no es de mi propiedad al igual que el arte aquí utilizado.
Sin embargo, lo aquí escrito sí es de mi entera autoría.
Se prohíbe cualquier tipo de copia y/o adaptación.

[Mientras otros pierden su alma, algunos pierden la certeza.]

Escribir antes de ir a dormir se había vuelto parte de su rutina diaria, como tomar agua o el simple hecho de respirar, era vital para él desahogar aquella carga letal de emociones. Una mezcolanza inefable, que marcaba un hueco en su estómago, que durante las noches le hacía sentir pesadez en sus extremidades, que le impedía caer en sueño profundo, perder la consciencia y olvidar por fin el calvario que rodeaba su vida, y al que día a día tenía que volver con más penas y culpas a cuestas. Se sentía algo inútil, no terminaba de cobrar sentido ninguna de las consecuencias de aquél día.

Terminó escribiendo el último párrafo de esa tarde, y el lado derecho de su escritorio en paralelo al ventanal le permitió que en su reposo pudiera captar la vista al atardecer, a los tonos naranjas y rojizos de la ciudad que se viraba en soledad, que clamaba por una respuesta a aquello que igualmente azoraba su corazón.

Recordó cuando Ladybug y Char Noir contemplaban las calles desde el piso más alto de la torre Eiffel, donde su corazón se había quedado cubierto por la desesperanza de volver ahí. ¿Cómo debía pretender que todo iba bien cuando lo cierto era que ya no tenía nada en su interior? Sus sueños, sus ilusiones, su vida entera había corrido con la fuerza de la lluvia de cuando ella se marchó, Marinette, su Marinette.

Suspiró, después agitó su cabeza para despejarse de la anterior idea tan absurda.

¿Marinette? ¡No! Marinette solamente era una amiga. Marinette era una persona especial, claro, pero fuera de eso no sentía nada más. Quizá respeto, agradecimiento, pero no amor. Porque en toda su vida él solamente había amado a Ladybug, no a Marinette. Y por más que intentara convencerse, por más que el resto se hubiera empeñado en hacérselo ver, Marinette NO era Ladybug.

Iba a visitarla de vez en cuando, pero sabía que era porque Hawk Moth y Mayura  conocían su identidad. Ellos sabían quién era, él sólo quería protegerla, porque si un día se decidían a ir por ella, ya no tendría cómo defenderse. No pudo evitar pensar un poco en Plagg, su fiel amigo que ahora pasaba más tiempo oculto entre las cenefas de la fachada de la mansión, buscando respuestas a todo lo que les estaba pasando. Extrañaba a Tikki, de eso no cabía duda.
Habían platicado poco, por no decir nada, acerca de lo sucedido, y es que él aún no se sentía lo suficientemente fuerte como para pedirle una disculpa, o lo suficientemente astuto para plantear alguna estrategia que las trajera de vuelta. Giró la vista a su piano, negro y empolvado. Podía sentir el frío de las teclas contra las yemas de sus dedos, el movimiento de su pie para marcar los tiempos, la abrumadora libertad que eso significaría a pesar de que el instrumento representaba una de sus peores facetas, su encierro, la jaula de oro en la que permaneció por una década.  ¿Hace cuánto que no tocaba? Quizá desde que le prometió a ella que tocaría una bonita canción por su cumpleaños.

Otra vez ese debate interno, nuevamente se cuestionaba por lo que sentía cuando hace sólo unos segundos juraba y perjuraba que sus sentimientos eran sólo de amistad, que no podía jamás sentir algo más.

Tal vez la...

     ─Te he traído un té de manzana con canela, creo que te sentará mejor que un café.─ Escuchó distrayéndose de lo que por su mente pasaba. Chloé se acercaba a él con dos tazas medias y humeantes.

Memorias de un guardián || MLB|| Adrinette / MarichatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora