14. Castigo

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— ¡Eres una puta! —Ancel sintió el sabor metálico de la sangre cuando el primer golpe por parte de su padre llegó—. ¡¿Es para eso es que te mandé para que estés con el rey?!

— Hago mi mejor esfuerzo para que el rey se fije en mí —cerró los ojos con fuerza—. Por favor, detente, padre.

— ¿Qué me detenga, dices? —lo agarró por el cabello—. ¿Sabes que tan complicadas están las cosas aquí? ¿Crees que el oro que el rey nos dio por ti aún queda algo?

— Sé que no queda nada — su boca dolía y la sangre no paraba de salir — Por esa razón he traído más oro y algunas joyas que el rey me regaló...

— Esto no nos sirve de mucho —su padre lo lanzó al piso—. ¿Cuándo te irás de aquí?

— En un par de semanas —tosió—. Debo de regresar con el rey y seguir con el plan de seducirlo, pero parece imposible.

— ¿Cómo que imposible? ¿No puedes simplemente abrir esas piernas de puta que tienes?

— Hay un omega en el palacio —su padre se detuvo en seco—. Sí, es un hombre. Algo que nunca pensamos ver jamás, pero que está pasando.

— ¿Un omega hombre? ¿Estás seguro?

— Si... lo trajo de su último viaje hacia el norte —se limpió boca—. Según escuché, es el hijo muerto del rey del norte, pero no es algo seguro.

— ¿Alguna cosa es segura contigo? —su padre tomó su bastón—. Nunca dices algo bueno.

— Es todo lo que sé... el rey ya no me busca... —miró con miedo a su padre—. He hecho muchas cosas para deshacerme del omega; sin embargo, parece imposible —el bastón cayó sobre sus piernas—. ¡Por favor, detente!

— ¡Sigue hablando! ¡Esto es parte de tu castigo!

— Padre, por favor! —gritó, en medio del llanto—. ¡Te lo suplico!

— Padre —llamó uno de sus trabajadores, el cual había adoptado como su hijo mayor porque el que tenía no era más que una puta que no servía para nada—. Su esposa lo está esperando desde hace media hora.

— Encárgate de que reciba el castigo que se merece —le pasó el bastón—. Debo de ir al pueblo a investigar algunas cosas para el negocio. Deseo que sufra mucho.

— Padre, por favor... no me hagas esto —se encogió en su lugar—. Haré mi mejor esfuerzo para que el rey esté conmigo.

— Tus esfuerzos necesitan de reforzadores —puso una mano sobre el hombro del alfa—. Te lo dejo a ti.

El beta corrió hacia la puerta del baño, abriéndola y antes de que pudiese cerrarla, el alfa le dio una patada que lo mandó directamente al piso. Retrocedió asustados, por cómo este movía ese bastón de un lado a otro como si nada, y con una sonrisa que era muy similar a la de su padre.

— Desnúdate — tomó un banco que estaba junto a la tina — Deseo verte desnudo nuevamente.

— No me hagas esto, tú no — abrazó sus piernas — Yo no quise... estoy haciendo todo lo que me han estado ordenando y nada más.

— Pues no lo estás haciendo bien y padre ahora desea acabar contigo por no lograr que el rey te lleve a la cama y te haga su consorte imperial —hizo un chasquido con los dedos—. Vamos a hacer algo —lo agarró del tobillo—. Acabo de venir del trabajo, por lo que tengo hambre y tú sabes cocinar muy bien.

— ¿No me vas a castigar?

— Eso está por verse, depende de cómo lo hagas.

— Haré mi mejor esfuerzo —asintió, rápidamente—, pero no me castigues, por los dioses.

La conquista del Rey (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora