17. Cumpleaños.

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Johann salió de la habitación con una hermosa sonrisa adornando sus labios, era el día en el cual podría tener una conversación con el omega y también porque era su cumpleaños. No le dijo nada a Varick, porque no pensó que fuera algo necesario que debía de estar diciéndole a todo el mundo. Desde que tenía uso de la razón, sus cumpleaños dejaron de tener sentido para él.

— Hola, lamento pedirte que me acompañes a caminar un rato —puso sus manos detrás de su espalda —. Es que tengo muchas preguntas que hacerte.

— No es nada —señaló la puerta—. Vamos al jardín, por favor.

— Sí, por supuesto, —salió primero que él—. ¿Cómo es que llegaste a manos del rey?

— Fui vendido como mercancía barata hace unos meses —dijo, con pesar—. No es la mejor sensación de todas, pero es con algo que tengo que vivir toda mi vida — hizo un chasquido con sus dedos.

— ¿Qué pasó con tus padres? ¿No te querían? —estaba muy curioso.

— Ellos me querían, fueron asesinados por los campesinos porque había estado ocultando a un omega desde su nacimiento —se quitó el velo—. Desde su muerte, me juré a mi mismo que jamás estaría con personas que pudieran haberme daño, pero ya estoy aquí y mira —mostró el hermoso anillo—. Estoy casado y soy la reina del norte.

— Es un hermoso anillo —tomó su mano—. Nunca he tenido lujos por mérito propio, solamente los que mi señor me da y eso es todo lo que necesito.

— Lo sé, tu señor es alguien que todos aman —puso su mano sobre la de él deteniéndose—. Por esa razón, es que muchas personas vienen del norte y del oeste a estar con él. Hasta yo me quedaría con este rey.

— Me estoy poniendo celoso de que el rey esté en tus ojos.

— Descuida, ya tengo a mi rey —le guiñó un ojo—. Aunque, me hubiese gustado mucho que todo fuera diferente entre los reinos, de esa manera ya no habría más guerras y todos podríamos estar en paz.

— Sí, eso no pasará con mi padre estando en el norte —sacudió la cabeza—. Soy su único hijo y créeme cuando te digo que jamás habrá buenas cosas de su parte.

— Eres su hijo y estás diciendo esas cosas —negó, con pesar, quitando su mano—. El rey del Norte es conocido por lo fuerte que es desde que murió su alma gemela y su única esposa.

— Mi madre era una mujer hermosa —siguieron caminando—. Me hubiese gustado estar con ella cuando perdió toda la luz de sus ojos, pero soy la persona que ocasionó su muerte.

— No digas esas cosas —acarició su brazo—. El destino juega mucho con las personas menos agraciadas.

— Cuentan, que era una mujer hermosa, que su belleza cautivó a más de un rey y que mi padre se ganó su corazón —dirigió su mirada hacia donde estaban las flores—. Me hubiese gustado tener la fuerza de voluntad que ella tenía para domar a la bestia.

— No digas esas cosas —lo interrumpió—. Repito, no todos tenemos la suerte. Por mi parte, mi padre era un buen hombre, al igual que mi madre, solamente que ella enfermó y no pudo defenderse lo suficiente de esas personas, pero luchó hasta su último aliento para que pudiera huir.

— ¿Cómo fue todo cuando conociste al rey?

— Me atrapó una noche robando comida —sonrió, recordando—. Una de las empleadas del palacio era mi tía, murió —aclaró—. Ella me prestó su ropa y de algunas sirvientas, como mi cuerpo es de una señorita, no fue difícil hacerme pasar por mujer. Al inicio no fue fácil, pero terminé casándome con un hombre maravilloso.

La conquista del Rey (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora