Final

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Pasaron cinco largos años desde que Ancel y su hermano Adrián decidieron irse a otro país en busca de una nueva oportunidad de vida. Aunque él al inicio trató de dejar sus lujos fuera de su zona de confort, con las joyas que vendió tuvieron dinero suficiente para comprarse una casa pequeña a las afueras de la ciudad. Él trataba de hacer las cosas lo mejor posible, que nada le faltara con el día a día. Sin embargo, todavía sentía un leve malestar después que supo que el rey del norte mató a su familia.

Ancel estaba en su segundo trimestre de embarazo, por lo que debía quedarse en casa la mayor parte del día y salía a algunas veces al restaurante con su ahora esposo; el cual se encontraba a la espera de que su primogénito naciera. Nunca pensó que estaría tan feliz de estar con él, de dormir en sus brazos todas las noches y de tener una vida común. Días antes, les llegó una carta del ministro de la ciudad, para darle un cargo importante en el gobierno.

— Ancel —Adrián entró a la casa y la sacó de sus pensamientos—. Tengo varios minutos desde que llegué a casa y no me has prestado atención.

— Lo siento —hizo una mueca cuando sintió una patada de su hijo—. Lamento no escucharte al entrar —dijo él con una pequeña sonrisa en los labios—. ¿Qué tal te fue en el pueblo?

— Bien —le pasó un ramo de flores—. No es tan difícil ser el presidente de los agricultores —le dio un beso en los labios—. Sin duda alguna me siento muy bien de estar aquí contigo el día de hoy, mi amor.

— También lo estoy —Ancel acarició la mejilla del alfa—. ¿Sabes que te amo mucho?

— Puede ser que no lo sepa todavía —bromeó Adrián—. ¿Cómo está este pequeño bebé?

— Con muchos antojos que no quiere dejar de lado —murmuró—. Este bebé cree que puede estar día y noche con hambre.

— Bueno, por algo es que crecerá fuerte y sano —dijo el alfa y luego la cargó sin mucho esfuerzo para llevarla a la habitación—. Siento que estás triste... ¿Es por qué te siento tan triste?

— No es por nada —mordió su labio sin mirarlo—. ¿Cuándo me llevarás a la ciudad?

— Cuando toque tu cita médica o tal vez en la noche porque hay una cena con políticos —dijo el alfa, y luego la dejó en la cama—. ¿Estás así porque tus padres fueron asesinados por el rey Varick?

— No, no es por eso —mintió—. Ya no quiero pasar más tiempo encerrada en la casa y más si debo caminar...

— Sé que estás así por culpa de nuestros padres, no me mientas —Adrián le quitó los zapatos—. Huimos porque quisimos, y porque si nos quedábamos en el sur, estaríamos en serios problemas. ¿Crees que estuviéramos con vida? —él se quedó en silencio—. Varick hubiese sabido de inmediato todas las cosas que le hiciste a su rey, yo no quería hacerle daño a esa omega. No pienses en nuestros padres, ellos están en donde deben. Nosotros tenemos todo esto gracias a nosotros mismos. No supongas en algo más por ahora, mi amor. No quiero que opines que tú le debes algo a alguien. Reflexiona en nuestro hijo que está por nacer, en el mañana que tenemos juntos y en todo lo demás. El pasado es algo que no te hace bien y lo sabes.

— Es que extraño mucho a mi mamá —murmuró triste—. Él no merecía morir por culpa de mi padre, y lo sabes —sollozó—. ¿Y si él no puede descansar en paz por mi culpa?

—Si tu madre no te hubiera perdonado, tú no estarías conmigo. Nuestro padre es el causante de todo, deja de creer en cosas malas. Estamos juntos y eso es lo único que importa ahora. Nuestro hijo es lo más importante. Tenemos esta casa, decorada a tu gusto, mi amor. No quiero que estés triste, porque me verás muy enojado, ¿estamos?

La conquista del Rey (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora