5. Un rey también tiene secretos.

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Johann despertó en la noche, porque tenía la boca seca y la fiebre que le había comenzado en la tarde iba en aumento, como si no fuera suficiente el hecho de que su frente tenía una herida que poco a poco se iba haciendo más grande.

El rey se mantuvo a su lado durante todo el día, este mandó a pedir que le llevaran a esa habitación todo lo necesario del reino, no saldría de ahí hasta que Johann estuviese mejorado al cien por ciento.

Derek le había mandado una carta diciéndole que su estadía en el palacio debía de esperar, porque ocurrieron algunas cosas que no pueden esperar.

Dejó salir un pequeño suspiro, pasándose una mano por el cabello y sintiéndose más cansado que antes, todo estaba saliéndose de sus manos. ¿Cómo se suponía que tenía que cuidar a Johann si ni siquiera podía saber los nombres de las personas que se han encargado de hacerle tal bajeza?

— Aquí tiene su comida, mi señor —Simón entró con varios sirvientes—. Traje el medicamento que le hice al omega, debe de dárselo para que pueda despertar.

— Gracias, puedes ponerlo en cualquier lugar de la habitación —murmuró, sintiéndose aún peor que antes—. Siento que nada de lo que hago tiene sentido alguno en este momento... él no parece desear despertar.

— Seguro está cansado, ya verá que despertará y que en poco tiempo lo tendrá nuevamente con usted —Simón ayudó a los demás sirviente—. Lo dejo trabajar, estaré en el pasillo por si me necesita.

Asintió sin mirarlo, su vista solo estaba en la persona que estaba en el centro de la cama.

Se acercó a la cama con el medicamento, puso su cabeza en su regazo y luego dirigió el envase hacia su boca. Parecía imposible el que pudiese tragarlo por su cuenta por lo que no le quedó de otra más que hacerlo a su manera.

Tenía un sabor amargo que casi le hace vomitar, llevó sus labios a los del omega y luego prosiguió a abrirlos para poder tener más acceso y que pudiese tragar todo el medicamento.

— Sé que puedes hacerlo —volvió a echar otro poco más en la boca—. Eres un chico muy fuerte, Johann —repitió el mismo procedimiento.

El omega comenzó a toser de manera forzada, por lo que el alfa tuvo que ponerle la mano en la boca para que no vomitara el medicamento y todo el trabajo que había hecho se perdiera.

— Tranquilo, traga y respira por la nariz —el alfa tiró el envase en el piso—. Es para que puedas sentirte mejor y que puedas comer —quitó lentamente su mano—. ¿Ya estás mejor?

— Sí —volvió a toser—. ¿Qué sucedió?

— Esa pregunta debo de hacerla, ¿No crees? —el alfa enarcó una ceja—. ¿Quién te golpeó y amarró de esa manera para que ni siquiera recuerdes algo?

— No lo sé —el omega dijo despacio, mintiendo—. No recuerdo mucho de lo que pasó antes... ¿Cómo es que llegué a esto?

— Omega —su voz cambió a una seria—. Sé que sabes muy bien quien te hizo esto, pero lo estás protegiendo, ¿No crees que tu rey necesita saber a quién estás protegiendo con tanto esmero?

— No sé de qué me está hablando —quiso alejarse, pero el rey se lo impidió—. Necesito bañarme.

— No, ya te bañé y es tarde como para que salgas ahora con que deseas bañarte.

— Pero... —hizo una pausa—. ¿Me viste desnudo?

— Sí —apretó sus hombros— Un rey también tiene derecho a ver si desea a sus invitados, ¿No lo crees?

— No... bueno sí —Johann respondió, incómodo—. No sé cómo es que funcionan las cosas en este reino.

— ¿Acaso en tu reino no eran castigados los que ocultaban cosas?

La conquista del Rey (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora