19. El rey del norte.

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Hace muchos años, existió un rey que era muy cruel con sus aldeanos. Este rey, nunca se había enamorado antes de alguien. Sus padres, los antiguos reyes, le llenaron la cabeza de muchas cosas que poco a poco fueron acabando con su humanidad. Hasta convertirlo en un ser tan cruel que cuando pasaba por el pueblo, las mujeres jóvenes se ocultan por miedo a que este decidiera tomarlas como esposas o como concubinas.

Era tanto el miedo que nadie podía decir una sola palabra de lo que ocurría o estaban marchando sus destinos con la misma muerte pegada en sus frentes.

Como cada mañana, el rey de no más de treinta años fue en su carruaje a ver lo que necesitaban los aldeanos y también porque ese día llegaron nuevos esclavos que podría usar para su uso personal, sí, eso último no sonaba tan mal después de todo. Dejó salir un suspiro mirando todo a su alrededor, hasta que se detuvieron en el puerto.

Bajó con gran elegancia del carruaje y se colocó su capa caminando entre las personas antes de detenerse en frente del barco de donde estaban bajando los esclavos. Se mantuvo de pie, esperando a que todos bajaran, hasta que un olor exquisito le llamó la atención. Era el olor más dulce que alguna vez haya olido y venía de una persona en particular.

— Deseo a la mujer de cabello negro que está en el centro —señaló, de inmediato—. La quiero en este momento.

— Mi rey —dijo el dueño de los esclavos—. Hay algo que debe de saber de esa persona...

— No deseo saber nada, la deseo en este momento, ¿Pasa algo con esta orden?

— Nada, mi rey —agachó la cabeza—. Tráele a la omega que indicó el rey.

La hermosa mujer bajó de la tarima en la que estaba con su cabello tapando su rostro y luego fue dejado de rodillas frente al rey, quien quitó el cabello que estaba tapando su rostro.

— Serás mi esclava personal —pasó su pulgar por los labios rosados de la omega—. Espero que te sientas a gusto con todo lo que tendrás.

— Mi señor...

— No te he dicho que hables, esclava —la ayudó a colocarse de pie—. Aunque, tu voz es muy hermosa. Más de lo que debería de ser.

Se quitó su capa, para colocársela y que dejara de temblar por el frío que estaba haciendo. Los alfas que estaban a cargo de que los esclavos se quedaron helados al ver esa acción y se dieron cuenta de que los ancianos tenían razón en todo.

El rey fue hacia su carruaje en donde volvió a ayudar a la omega, pero esa vez en sentarse mejor en ese pequeño espacio.

— ¿Cuál es tu nombre, esclava? —preguntó, después de indicarle al guardia que podía conducir.

— Mi nombre es Johann —su voz fue suave.

— ¿Johann? ¿Acaso no es un nombre de chico?

— Sí, mi rey —su vista estaba en el piso del carruaje—. ¿De dónde vienes?

— Vengo del occidente —se abrazó, un poco más—. Siento mucho el que haya tenido que tomarme a mí, antes que a otras omegas que esperaban ser escogidas.

— Levanta la mirada cuando estés hablando conmigo —indicó—. Sobre lo que dijiste, tu olor me llamó mucho la atención.

— ¿Mi olor? —subió la mirada, mostrando confusión—. Hay algo que no sabe sobre mí... tal vez esté confundido por eso.

— No estoy confundido —ladeó la cabeza—. Eres una omega hermosa, la única que deseo en mi camino, por esa razón es que decidí tomarte como mi esclava personal.

La conquista del Rey (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora