16. Una visita agradable.

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Ese sujeto no le daba buena espina, pero lo dejó pasar, debido a que el rey tomó la decisión de dejarlo bajo su techo sin importar nada. Fue hacia su habitación nuevamente, sentándose en la ventana con su libro en las manos. Dejando que el tiempo pasara como si nada, hasta que un hermoso recuerdo llegó a su mente de manera extraña y no pudo evitar reír al recordar lo que pasó esa noche que conoció a su señor de manera extraña.

— ¿Quién eres tú? —saltó al escuchar esa voz.

Miró hacia donde provenía la voz y pegó su cuerpo en la pared más cercana y por primera vez en su vida quería desaparecer por el miedo que estaba sintiendo.

Se encontraba un omega hombre, vivo de carne y hueso.

— ¿No dirás nada? ¿Quién eres? —intentó acercarse a él, pero Varick lo detuvo.

— No te me acerques —Si la pared en esos momentos fuera traspasable, Varick la estuviera del otro lado.

— Lo siento —se alejó.

Varick lo miró de pies a cabeza, era totalmente hermoso. Sus ojos eran de un verde claro, su mirada mostraba una inocencia única, su cabello era rizado en todos los aspectos.

— ¿Qué eres? —preguntó, después de unos minutos de silencio.

— Soy un omega —susurró.

— Eso es imposible —se alejó de la pared.

— Es verdad, soy el único de mi especie. Lo siento si no me cree, no tengo culpa de eso —dijo, dolido.

— Eres una maldición, yo me largo de aquí —se dio la vuelta para irse de allí.

El pequeño omega al ver como la única persona en ese lugar que le había dirigido la palabra se iba, sin querer sus ojos se llenaron de lágrimas y soltó el primer sollozo.

— Soy raro, soy asqueroso, nadie me quiere, soy una maldición.

Él siempre me lo dice — dijo, entre lágrimas.

— ¿Cuál es tu nombre? —preguntó desde, pues, de unos segundos de silencio.

— Johann —murmuró, sorbiendo los mocos.

— Lindo nombre, Johann — sonrió, apartándose de él.

— No, no, sigue así —volvió a abrazarlo.

—No sé lo que estoy haciendo, dicen que si estoy cerca de un omega puedo tener una maldición.

— Eso es mentira, dicen eso solamente para que nadie se acerque. Nadie me había hablado, tú eres el primero que lo hace — ahora fue Johann quien se separó de él.

Varick sonrió de lado y por inercia se llevó una de sus manos a la mejilla de Johann, quien cerró los ojos y dirigió su rostro y hacia dónde estaba la mano de Varick.

—Ya me tengo que ir, Johann, sí duró más tiempo, aquí van a comenzar a buscarme y no queremos que nos encuentren aquí — se separó de él.

— Está bien, gracias por estar aquí conmigo y no criticarme demás — sonrió de lado.

Varick se levantó del piso y Johann se quedó en el mismo lugar en el que estaba.

— Gracias... ¿Puedo saber su nombre? —preguntó tímido.

— Varick Meyer —dicho eso salió de la habitación.

La conquista del Rey (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora