3. No eres bienvenido

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— ¡Varick! —gritó alguien a sus espaldas y este solo pudo rodar los ojos antes de darse la vuelta.

— ¿Qué quieres? —preguntó, irritado, era la última persona que quería ver.

— Es que me hacías mucha falta, amor, te fuiste y no me comentaste nada —el chico colgó sus brazos del cuello del morocho.

— Sabes que prefiero ir solo a mis reuniones —se dio la vuelta.

— Pero siempre vas conmigo, esta vez me dejaste aquí solo —se le puso enfrente con una inocencia falsa.

— No sé qué está pasando por tu cabeza, no eres mi pareja, no eres mi novio, no eres mi prometido, no eres mi esposo. No eres nada, así que solo mantente en tu lugar —dijo enojado.

— Pero yo creía que era tu pareja, tenemos más de dos inviernos que nos acostamos juntos, porque me tratas así, yo no te hice nada —vio como sus ojos se cristalizaron.

— Lucas, no eres más que uno de mis concubinos, uno más en mi lista. Así que mejor sigue con tus labores en el castillo. Porque ya me canse de ti y de tus cosas —el alfa se dio la vuelta para irse.

— No puedes hacerme esto, Varick. No voy a ser uno más en tu lista —le dijo entre dientes.

Varick al oír esa amenaza se devolvió hacia atrás y lo sujeto del cuello no con mucha fuerza, solo la necesaria para asustarlo y que este lo dejara en paz.

— No me amenaces, no eres nadie. Solo tienes que seguir con lo que estaba y punto. Todo se acabó ya me cansé de ti, de tus celos sin sentidos, tu lugar es simplemente el de la servidumbre y nada más, así que no me busques porque me encuentra y de mala manera —se alejó de él.

— Volverás a mí, mi rey eso se lo aseguro —dijo entre dientes antes de darse la vuelta e ir a su habitación a pensar qué fue lo que cambió tanto a su señor para que lo tratara de esa forma.

En la habitación del rizado se encontraba un pequeño omega mirando por la ventana hacia el jardín de ese lugar, solamente miraba hacían un lugar en específico del jardín. Veía a la persona más hermosa que sus ojos alguna vez habían podido ver. Veía al morocho de pelo corto a los lados y con una sonrisa única en sus labios. Su corazón se detuvo cuando este se dio la vuelta para mirarlo le sonrió a él y a nadie más en ese lugar.

Sintió como la tierra se movía debajo de sus pies y entonces le devolvió la sonrisa, para luego echarse hacia atrás.

Se acostó en la cama sonriendo como idiota hipnotizado.

A la mañana siguiente, el rizado preparó su baño, debido a que nadie se había animado a visitarlo desde que ingresó a la habitación. Era alguien que no hablaba mucho y el tener un amigo en ese lugar no era una buena opción para él.

Se sentó en la cama, murmuró una canción, mirando el balcón con aburrimiento. El sol seguía subiendo, y Varick nunca fue a visitarlo, mucho menos alguien se animó a darle de comer algo esa mañana. Fue hacia el balcón, sentándose en la ventana. No había muchos empleados, en su antiguo hogar todos corrían de un lado a otro, para terminar con sus labores por miedo a terminar en la horca.

— ¿Por qué no has querido comer? —Varick se puso a su lado—. ¿No te ha gustado la comida que mis sirvientes han traído para ti?

— No tenía conocimiento que mi comida esperaba por mí —se puso de pie—. ¿Cuándo llegaste?

— Hace unos instantes —puso sus manos detrás de la espalda—. Por favor, no dejes de comer por nada en el mundo. ¿Está bien?

— Entiendo —fue hacia la habitación—. ¿En dónde viste mi comida?

La conquista del Rey (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora