10. El rey todo lo sabe.

121 14 0
                                    


Un largo suspiro salió de sus labios temblorosos en el instante que su mano tocó el agua helada del baño. Las luces de las velas estaban apagadas para no llamar la atención de nadie. Quería terminar con su vida, detestaba con todas sus fuerzas a ese beta que lo único que hacía era darle solo un buen golpe que lo matara, pero su omega era muy débil cuando se trataba de peleas cuerpo a cuerpo. Su padre tenía toda la razón al decirle que solamente servía para ser algo que se podía tirar a la basura en cualquier momento.

Le iba a quedar una enorme cicatriz en esa parte, y todo por ser tan débil y no mostrar fuerza alguna cuando alguien lo amenaza.

Buscó algún trapo en la habitación, rompiéndolo y buscando la manera de que no sangrara más o se infectara. Lo peor de todo, era que en unas horas debía de salir con el rey a donde sea que quisiera llevarlo para pasar el rato, pero con esa herida ya no estaba para nada seguro de ir con él. Se acostó, mirando la ventana y dejando su mano fuera de las sábanas para que tuvieran ventilación.

El sol estaba saliendo por el este, y el rey salió de su habitación para realizar algunos asuntos importantes y para poder salir a una hora justa con ese omega de ojos verdes que le daba algo de luz a ese sitio que por mucho tiempo estuvo oculto y lleno de oscuridad.

— Señor —dijo Simón, entrando a su oficina—. Ya está todo listo para cuando decida salir. Solo avíseme.

— Muchas gracias —se llevó una mano a la cabeza—. Deseo en este momento el tener alguna máquina del tiempo e ir hacia el futuro y saber que me espera al tener a un omega bajo mi techo.

— Ese chico es un omega que sin duda está con usted porque se siente seguro —le mostró una sonrisa dulce—. Usted se ha mostrado de una manera que nunca pensé que vería...

— Siempre hay algo que nos motiva a cambiar —el alfa entró la pluma en la tinta—. Una de las cosas que cambié fue el hecho de que el harén se destruyera por completo.

— Aún sigue ese beta rondando por estos rumbos, mi señor —le recordó su secretario—. Recuerde que usted aún debe de sacarlo de este sitio antes de que tome cartas en el asunto y decida hacer algo más que solamente asustar al omega.

— Ancel... —chasqueó la lengua—. Ni sus padres quieren a ese ser tan caprichoso con ellos. Les mandé una carta hace un tiempo, ¿Y sabes lo que me respondieron? —el alfa negó, con la cabeza—. Que no aceptan devoluciones de ningún tipo, que yo me debo de encargar de él porque ya se gastaron todo el oro que les di y que es un gasto innecesario el tenerlo.

— ¿Por qué no lo vende? —dijo Simón. Eso no sonaba tan mal—. ¿Acaso no tiene el derecho de hacer lo que desee? Es el rey, puede venderlo a alguien en algún trato y si no desea venderlo, puede darlo como regalo. De esta manera estaría más tranquilo...

— Lo único que deseo es calma —suspiró, firmando los otros documentos—. Ve en busca de Johann, dile que saldremos en unos minutos para que si tiene que hacer algo lo haga rápido.

— Entendido —asintió su secretario, e hizo una reverencia antes de salir de la oficina—. ¿Desea que lo traiga aquí y que dé quede con usted?

— Sí, y si no me encuentra que me espere. Por qué ten por seguro que se dormirá o se irá a su habitación, si no me encuentra —dijo, sin mirarlo.

Simón salió de la oficina y cruzó los pasillos del palacio con rumbo hacia los aposentos del invitado... que desde hace un tiempo había dejado de serlo porque el rey se había encariñado mucho con él a tal grado de que ya le daba igual lo que las personas en ese sitio dijera o los del pueblo. Ese omega se había vuelto alguien fundamental en su día a tal grado que incluso las cosas en todo el reino habían mejorado, debido a que el rey tenía más ideas para ayudar a todos en ese lugar sin la necesidad de que alguien saliera perjudicado.

La conquista del Rey (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora