15. heridas que no se curan con un perdón.

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Ancel bajó de la cama, cuando escuchó las risas del piso de abajo. Su padre se estaba riendo a montones con alguien que por lo visto era su hermano, la misma persona que se mantuvo durante horas violándolo sin piedad y que no se cansó hasta que los escuchó llegar. Aseguró la puerta, antes de meterse en el baño y quitar los residuos de la vela de su espalda con algo de dificultad.

El espejo dejó ver lo demacrado que ya estaba, por lo que no fue difícil darse cuenta de que era el peor hijo del mundo por no saber lidiar con todos los problemas. Desde que era pequeño, siempre el mal hijo por no haber salido alfa, sino un beta que debía de haber caído en un prostíbulo en cuanto cumpliera la mayoría de edad.

— ¿Por qué cerraste la puerta? —su padre tocó con fuerza—. Ábrela o me veré en la obligación de buscar a tu hermano para otro castigo.

— No es necesario que lo busques —ni siquiera supo si su padre lo estaba escuchando desde donde estaba—. Ya voy a salir.

— ¿Qué es lo que estás diciendo?

— Que ya voy —levantó un poco la voz—. No es necesario usar la fuerza bruta conmigo—quitó el pestillo—. Me iba a bañar.

— Por lo que estoy viendo —sus ojos recorrieron su cuerpo—. Mi único hijo ha hecho un buen trabajo.

— Aún sigo siendo tu hijo, padre —tuvo que sostenerse de la puerta cuando la cachetada fue a parar a su rostro—. Perdón, no volveré a faltarte al respeto.

— Eso espero, porque ya me has hecho pasar muchas vergüenzas.

— Lo sé, y lo lamento —bajó la mirada—, ¿Puedo darme un baño?

— Sí —una sonrisa llena de orgullo se instaló en su rostro—. Adrián hizo un buen trabajo contigo, me alegro tanto de que sus padres hayan decidido morir en ese accidente.

— ¿Se está alegrando por la muerte de dos personas que no debieron de estar en ese lugar? —temió lo peor cuando levantó la mano—. Será mejor que me haya a bañar, con su permiso, padre.

— Puedes irte —se marchó.

— Ni siquiera vio los residuos en mi cuerpo... —se abrazó a sí mismo—, ¿Qué clase de padre es este?

— El mismo que dejó que su único hijo de sangre fuera la puta de un rey que no merece el trono —Adrián entró a la habitación, dándole un empujón—. Me hubiese gustado ser rey para que fueras mi reina, Ancel —dio zancadas hacia donde estaba—. Te bañaré, de esa manera ya no tendrás que usar la poca fuerza que te queda.

— No es necesario —golpeó sus brazos—. ¡Suéltame!

— Sí, eso no pasará —el alfa lo aventó dentro de la tina—. Padre dijo que sí era necesario, te diera otro castigo antes de mandarte a dormir y créeme que lo estoy considerando al máximo —fue por un gel de baño—. Este es tu olor y sabor favorito —le mostró una botella—. De espaldas, ahora.

— Te dije que no es necesario que me bañes, puedo hacerlo solo.

— Me gusta tocarte.

— A mí no me gusta que tú me toques —le dio la espalda—. ¿Por qué estás aquí?

— Porque deseo estar contigo —besó su cabello, y aspiró su olor—. Me encanta tenerte conmigo, estar de esta manera es la mejor de todas.

— A mí no me gusta que tú me toques, me da asco; nada más el hecho de sentirte cerca de mí.

— Es una lástima —mordió su espalda—. Porque por más que desees estar alejado de mí, eso no será posible. Estaré muy cerca, incluso en tus sueños me tendrás presente, ¿Sabes por qué te extraño? —lo jaló por el cabello, y este negó por la cabeza—. Debido a que eres mío, anoche te marqué con mi esencia y será muy difícil que puedas vivir sin mí ahora.

La conquista del Rey (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora