4. Amarren al parásito.

176 15 0
                                    

Pasaron días en los que Johann no se animó en salir de sus aposentos. El rey iba cada vez que podía a charlar con él. Ese castigo era demasiado extraño, había muchas puertas cerradas y que olían mal, por lo que rápidamente pasaba a la otra, evitando encontrándose con las personas de ese lugar.

El olor a libros llegó a sus fosas nasales y antes de que pudiese.

— ¿Qué estás haciendo? —alguien preguntó en su oído, logrando que dejara salir un grito—. Perdón, te veías muy concentrado en ese lugar.

— Es que estoy buscando la biblioteca —dijo el omega sintiéndose más pequeño de lo inusual—. No te acerques.

— Perdón, tengo curiosidad por saber cómo es que son los omegas en realidad —lo olfateó—. Hueles bien. Soy Simón seré tu guía y amigo en esta casa.

— ¿Mi qué?

— El rey me ha asignado ser tu sirviente personal ahora estarás viviendo bajo el mismo techo que nosotros —Simón le sonrió—. Me gustaría saber más de ti, sino es mucha molestia.

— También deseo que seas mi amigo —le correspondió la sonrisa—. ¿No vas a salir corriendo ahora que sabes que soy un chico omega?

— Para nada —saltó en su lugar—. Estuve ahí cuando llegaste y esa criatura aún sigue con vida, como si nada hubiese pasado.

— Entiendo —miró la puerta—. ¿Podemos entrar ahí?

— Sí —de su bolsillo sacó un manojo de llaves—. Estas son todas las llaves de esta área, porque será fácil entrar sin molestar a nadie... pido perdón por el polvo.

— No pasa nada —entraron al lugar—. Esto es enorme —el omega abrió la boca en una perfecta O—. ¿Por qué lo tienen tan abandonado?

— Lo tienen de esa manera debido a que solo están aquí los libros del rey y este casi nunca viene por estos rumbos —Simón se encogió los hombros—. ¿Te gusta?

— Sí —asintió, pasando sus dedos por los estantes—. Debo de pedirte algo... cuando esté aquí, se lo dirás al rey y luego me encerrarás.

— ¿Por qué debo de hacer algo como eso?

— No tengo amigos en este lugar —dijo incómodo—. Nunca he sido bienvenido en ningún lugar y este es el primero.

— Entiendo y más aún por lo que pasó con tu desayuno... ¿Puedo llamarte con más confianza?

— Sí, por supuesto —se sentó en una de las sillas que estaban ahí—. Te ayudaré a limpiarlo en cuanto tengamos tiempo... me gusta este lugar.

— Apenas llegas y ya te gusta este lugar lleno de polvo —Simón estaba extrañado—. Puedes tomar uno de esos libros, el que más te guste e ir a tu habitación para descansar...

— Acabo de salir de ahí hace un momento —abrazó el libro—. Busca las cosas para limpiar y luego regresa para ayudarte.

— Haré lo que me dijiste por si alguien viene a molestarte —le sonrió incómodo—. Sé que no tienes amigos y las personas de esta casa aún creen que se morirán si se acercan a ti.

Limpiaron el lugar durante horas. Estaban cansados y hambrientos por lo que Simón fue en busca de algo para comer. Se quedó solo durante ese tiempo, disfrutando de la lectora que poco a poco debía de ir mejorando debido a que su padre le quitó los estudios cuando cinco de sus maestros renunciaron a darle clases a un niño que no tenía por qué existir en este mundo.

En la noche, estaba degustándose la cena que Simón le había llevado antes de retirarse por su cuenta. Esa noche no vio al rey y mucho menos en los días siguientes. La cercanía parecía ser mucho más lejana entre ambos debido a sus compromisos como rey.

La conquista del Rey (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora