Capítulo 30

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Me despierto un poco a dolorida pero satisfecha, mientras me estiro. Volteo hacia mi derecha y lo veo a él durmiendo plácidamente, tanto que su cara refleja una paz que obviamente no la tiene. Miro hacia mi izquierda y veo el reloj.

Wow, pensé que era más tarde.

Me levanto de la cama y me dirijo al baño a tomar una ducha relajante. Me miro en el espejo de éste, y lo único que mis ojos captan es un pequeño moretón que estaba comenzando a salir en mi cuello.

-Oh, ¡mierda! ¡Un vampiro!

No, idiota.

¿Quién dijo eso? Oh, por Dios, sabía que no tenía que estar viendo esas películas.

Y como esa fuera la distracción perfecta para que mi CD volviera a reproducir...

-Hijo de la puerca, me las vas a pagar-susurré para mí misma.

Tomé un vaso que estaba en el mueble arriba del lavabo, luego abrí la llave de éste y comencé a llenarlo con agua. Y estaba fría.

Salí del cuarto de baño y me dirigí hasta donde el grosero estaba durmiendo. Puse el vaso en la mesa, caminé hasta la ventana y abrí las cortinas de manera que todos los rayos del sol se concentraran para que iluminaran la habitación.

Volví a dirigirme a la mesa de noche, tomé el vaso y se lo tiré encima al grosero. Él de inmediato se despertó algo impactado y sensible.

-¡¿Qué mierda estás haciendo?!-preguntó, casi gritando.

-Comprobando si eres un vampiro-Respondí.

-¡¿Y tirándome agua fría es la mejor forma de hacerlo?!

Me encogí de hombros.

-Creí que con el sol no era suficiente.

-¿Qué carajos te pasa por la cabeza?-Preguntó poniéndose de pie.

-Esto me pasa.-Señalé la parte del cuello donde tenía el moretón. Él sonrió.

-Sin duda soy Edward Cullen-dijo divertido.

-Púdrete.-Le comencé a tirar las pocas gotas de agua que quedaba en el vaso.

Joder, ¿por qué se tenía que acabar?

Él me quitó el vaso con rapidez y me tomó de la cintura fuertemente mientras reía.

-Sólo quería dejar en claro a quién le perteneces-susurró, besando el lóbulo de mi oreja.

-¿De drácula?-dije con sarcasmo.

El sonrió.

-Creí que eras más moderna.

-Y yo creía que eras menos idiota. Pero, ya ves, las apariencias engañan.

-¿Estás molesta conmigo?-decía aún con aire divertido.

¿Qué comió? ¿Payasos?

-Sí-solté, intentando quitármelo de encima.

-Vamos-decía, besándome-, nos arreglamos y luego discutes conmigo todo lo que quieras.

-¿Qué?-le miro confundida-. ¿Cómo voy a arreglarme contigo y luego discutir? ¿Qué lógica tiene eso?

-Vaya, algo me dice que quieres ser superdotada.

No entiendo qué me quiso decir y espero que no sea nada malo.

-Es incoherente-volví a decir.

-¿Sabes qué es incoherente, Adams?-Arqueó una ceja.

-Respóndeme tú primero.-Me crucé de brazos.

GROSERO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora