Capítulo 8

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Sentada en el sofá mediano, con las piernas cruzadas y la mirada pérdida en aquellas personas que se mostraban sonrientes y hablaban animadamente entre ellas, lograban dejarme un poco fuera de mi misma. Casi llegando a sentirme excluida hasta de mi mismo cuerpo. 

Los cuatro adultos hablaban entre ellos, aquel papel grueso y resistente iba de mano en mano, mirando con demasiado detenimiento, observando hasta el más mínimo detalle; poco les importaba si el ruido que hacían podía llegar a despertar al pequeño bebé rubio que dormía plácidamente en el mismo sofá en el que yo estaba, rodeado de almohadas para que no se fuera a caer.

El único ser en esta casa que no causaba demasiado alboroto y que me agradaba.

Comencé a acariciar suavemente sus rubios cabellos, admirando lo bonito que se veía, tan relajado y tranquilo, con frecuencia llegaba a fruncir su pequeña naricita y sus labios rosados que se abultaban. Toda una ternurita andante. Cualquier cosa que hiciera, se seguía viendo demasiado tierno. 

Terminé por dejarlo tranquilo, no quería despertarlo y arruinarle su siesta. Así que aparté mis manos de él y pasé a mirar una vez más a las cuatro personas frente a mi, no entendía bien de qué iba la conversación que ahora tenían, aunque tampoco me importaba mucho saber y a ellos tampoco les importaba decirme nada en absoluto.

Ya cansada de escucharlos y de mis piernas entumecidas por haberlas tenido flexionadas por mucho tiempo, me levanté del sofá, llevando en mi mano mi celular. No se dieron cuenta de que pronto estaba por desaparecer de la sala de estar, ni siquiera me miraron en ningún momento.

Seguro que su emoción era extremadamente grande.

Salí directamente al jardín trasero, sintiendo aún el entumecimiento de mis piernas. Me dirigí al pequeño columpio de madera que mi madre había comprado hace muchos meses atrás, permanecía debajo de un árbol que apenas empezaba a obtener de vuelta sus hojas, la primavera se acercaba ya. Aún con el celular entre mis manos, me senté en aquel columpio, el cielo estaba nublado y se veía que en cualquier momento podría caer una llovizna.

Respiré el aire fresco y tranquilizador, el viento hacia que las ramas de los árboles se movieran y se escuchara el característico rechinar de las mismas ramas; el sonido del viento y ese peculiar rechinar de los arboles me hacia sentirme un poco tranquila, que cuando menos me daba cuenta, ya me sentía del todo relajada.

Desbloqueé mi celular, meciéndome ligeramente en el columpio, apoyando mi espalda contra el respaldo y mirando fijamente la pantalla de mi celular, no tenía ni un solo mensaje, pero no estaría nada mal comunicarme con Claudia, aunque no sabía si podría o no responderme, desconocía si seguía ocupada.



BabyClau:

Mamá sigue loca con la ecografía... Es tanta su emoción que no fue a trabajar y en lugar de eso, invitó a Maura, Denisse y Greg a casa, se quedarán a cenar también.

Ya me cansé de escucharla gritar de emoción en todo lo que va de la tarde. Ahora solo pienso en dormir y no puedo, tengo que ayudar en la cena.

Pude escaparme un momento al jardín trasero.

¿Estás ocupada?



No sabía si obtendría o no una respuesta de su parte, pero me aliviaba un poco el poder escribirle y sacar al menos un poco ese sentimiento de cansancio que llevo encima.

Me doy por vencida cuando pasan diez minutos y no me ha respondido los mensajes, guardo mi celular en mi bolsillo y me apoyo de lleno contra el respaldo del mismo columpio, cerrando mis ojos y relajando mi cuerpo tanto  como puedo.

Los Mellizos Horan 2 EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora