'tis the damn season || en proceso ❄️
Jasmine Stevens lleva ocho años escapando de su antigua vida, del protagonista de cada una de sus pesadillas. Pero ahora que toda su reputación se ve puesta en peligro, está obligada a enfrentarse al peor demoni...
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EVERETT
VERANO 2011
—Ew, todavía hueles a vómito, Zac —dice Quinn tapándose la nariz—, ¡qué asco!
—Bueno, no es cómo que quisiera vomitar a propósito, tonta.
—Si no querías vomitar, entonces no deberías haber bebido tanto alcohol.
—No bebí tanto —se defiende él, cruzándose de brazos, todos sabemos que aquello es mentira—, solo comí algo que me cayó mal. Eso es todo.
—Sí, claro —dice Quinn—. Porque aquellos shots que dejé servidos sobre la mesa, se bebieron solos. ¡Solo aléjate de mí, apestoso!
—¿Que me aleje, dices?
Zac corre los pasos que lo separan de Quinn y pasa su brazo por sobre los hombros de ella, comenzando a avanzar en dirección a nuestras casas, sin dejar que ella se zafe de su agarre, y eso que Quinn lo intenta con bastante fuerza.
—Eres un insoportable —masculla Quinn dándose por vencida, y mi hermano se encoge de hombros.
—No sé de qué hablas, soy encantador.
—En tus sueños.
—Tendrás que empezar a admitirlo, Quinn —dice—, porque a pesar de tus intentos de dejarme en ridículo, Lana piensa que soy tierno.
Quinn deja salir una estruendosa carcajada.
—Solo tú tomarías eso como un cumplido.
—¿Acaso no lo es?
—Las chicas no salimos con los chicos que encontramos tiernos, Zac. No seas tonto.
—Oye, espera, ¿a qué te refieres con eso?
Niego con la cabeza. Zac y Quinn no han cambiado en absolutamente nada. Claro, ambos están más altos, mi hermano tiene la voz un poco más gruesa, pero siguen discutiendo como los niños de diez años que solían ser antes de que me marchara.
Jasmine camina unos cuantos pasos detrás de ellos. Tiene la vista pegada al suelo, y sus zapatillas se arrastran por el asfalto, mientras nos dirigimos de vuelta a nuestras casas. O bueno, la casa que solía ser mía. El cabello marrón de ella está suelto, y cae en rizos por su espalda, por sus tensos hombros, y sé que todo es por culpa mía. Por el gran error que estuve a punto de cometer.
Dios no puedo ser más idiota.
Trago en seco, recordando lo cerca que estuve de hacer algo que definitivamente terminaría por arruinar la amistad que tanto nos ha costado mantener a flote. Algo de lo que ella se terminaría arrepintiendo en la mañana, cuando el alcohol que tomó esta noche ya no se encuentre nublando su juicio, cuando se dé cuenta que simplemente no vale la pena verme como algo más que un amigo.
