DEAD BOY | Richie Tozier

06 | ESOS CHICOS ESTÁN LOCOS

Desde que el sol brilló a través de las persianas de su habitación compartida, Daxton había agarrado su manta y se la había puesto sobre la cabeza para protegerse del calor. Lo que había pasado se sentía como un mal sueño, pero sobre todo, se sentía real.

Daxton sintió un suave tirón en la esquina de su manta, pero no se movió. Luego escuchó un profundo suspiro y una voz que decía—: Dax, no puedes quedarte en la cama para siempre.

Daxton imitó el suspiro de Charlie con más molestia y se dio la vuelta, haciendo que los resortes del colchón chirriaran con su movimiento, y habló con una voz que casi no concordaba con su tono—. Estoy a salvo aquí, sin que un payaso se convierta en un maldito monstruo.

Suena desesperado. Suena asustado, y lo odia.

Porque lo está. Y Charlie también lo sabe porque siente el mismo miedo corriendo por sus venas.

—Al menos desayuna —dijo Charlie—. Te prometo que no hay un payaso esperándote en la cocina.

—Oh, genial —dijo Daxton sarcásticamente.

Su estómago rugía, y tal vez Charlie tenía razón. No había un payaso o un perro que quiera comer sus órganos esperando en la cocina, sino waffles congelados. Incluso el súbito estallido de la tostadora es suficiente para que Daxton salte. Solía estar preparado para ruidos fuertes y movimientos rápidos para poder defenderse, pero supuso que todo cambió después de la persecución.

Charlie ya estaba cortando sus waffles en pedazos más pequeños cuando Daxton pasó un cuchillo que mojó en mantequilla por el suyo, pero fue entonces cuando sucedió; un timbre tan fuerte que los sobresaltó a ambos.

—¡Yo me encargo! —dijo Lucas, prácticamente saltando mientras alcanzaba el teléfono—. ¿Hola? Sí, están aquí. De acuerdo —bajó el teléfono y tapó el auricular, sus ojos se encontraron con los dos chicos—. Es para ustedes.

Nadie en Derry llamaría a la casa de los Griffith por él; tal vez por Charlie, pero ¿por qué él?

Dudó, pero no lo suficiente como para que Lucas lo notara o lo cuestionara. Solo le lanzó una mirada inquisitiva a Charlie antes de dar el primer paso hacia el teléfono extendido en su dirección y llevando el altavoz a su oído—. ¿Hola?

—Dax... ¿Daxton? —susurró una voz temblorosa al otro lado.

Charlie notó la forma en que las cejas de Daxton se fruncieron ante la familiaridad y se aferró a su costado, presionando su oído cerca para poder escuchar también a la persona que llamaba. Quedó igualmente atónito cuando se dio cuenta de que era Beverly Marsh quien los llamaba.

—Bev, a menudo no me importa ser grosero, pero por alguna razón esta vez lamento mucho decir esto, ¿por qué nos llamas? —preguntó Daxton.

—Lo siento —dijo Beverly—. Necesito... necesito ayuda.

—¿Ayuda? —dijo Charlie.

En los pocos días que tuvo la oportunidad de conocer a Beverly, Daxton pudo descifrar qué la hacía diferente de los rumores. No le importaba mucho lo que los demás pensaran de ella y se preocupaba profundamente por las personas importantes para ella. Beverly era evaliente. Y Daxton era el idiota que no sabía cómo ayudar ni qué decir.

—Sí —dijo Beverly en un murmullo, antes de agregar desesperadamente—: Por favor.

Charlie agarró el teléfono y giró el auricular hacia él para que Beverly pudiera escucharlo con más claridad—. Bev, escucha, estaremos allí lo antes posible. ¿Estarás bien hasta que lleguemos?