Capítulo 1

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"A veces tenemos que aguantar a las orugas, si queremos disfrutar de las mariposas"
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A la edad de nueve años, el mundo de Jimin se desmoronó.

La tarde comenzó como cualquier otra, con el sol de la tarde filtrándose por las ventanas de la casa. Pero esa tarde, la paz familiar se rompió con una explosión de gritos y portazos.
Su padre se fue, furioso, dejando tras de sí un vacío que se expandiría con el tiempo. Su madre, con los ojos rojos e hinchados, buscaba consuelo en la compañía de sus amigas, quienes llegaron a la casa con botellas de licor y risas vacías.

Jimin, un niño de nueve años, se escondía en su habitación, aterrorizado por el ruido y la atmósfera cargada de tensión. Al salir, encontro a una de las amigas de su madre en el pasillo. Ella le miró con una sonrisa que a ojos de Jimin pareció extraña, pero aún así, con la inocencia de un niño, le devolvió la sonrisa.

Pero esa sonrisa, ese gesto de aparente amabilidad de la mujer, se convirtió en un recuerdo imborrable, una cicatriz en el alma de Jimin. Lo que sucedió después, fue un vago recuerdo, un cúmulo de dolor y confusión. Jimin recordaba sentir un dolor punzante en todo mi cuerpo, la risa de esa mujer, su voz áspera y burlona que decía: "Serás un gran hombre".

Tenía miedo, un miedo que se anidó en su corazón y le acompañaría durante años. Ella le dijo que solo estaban jugando, y él, con la mente de un niño, le creyó. Pero la verdad, la realidad que se escondía detrás de esas palabras, era mucho más oscura.

Su padre nunca volvió a casa. Sus cosas desaparecieron, como si se hubiera esfumado en el aire. Su madre lloraba todas las noches, ahogando su dolor en el alcohol. Las reuniones en casa se volvieron frecuentes, llenas de risas vacías y miradas furtivas. Y las manos, las manos que tocaban a Jimin, que le violaban, se convirtieron en un espectro constante en su vida.

Las pesadillas comenzaron a atormentarle, llenas de oscuridad y miedo. Fue en esos momentos, en su habitación, que Jimin conoció a la soledad, una compañera constante en su camino.

Esa mañana, mientras veía dormir a su madre en el sofá, con una botella vacía de ron a su lado, Jimin susurro: "Ya me voy". Le dejo un beso en la frente, un gesto de cariño que no podía expresar con palabras.

Su padres, desde la distancia, solo se acordó de enviar dinero cada mes. Con eso, con el trabajo de su madre, y con el suyo en una cafetería cerca del instituto, ambos pudieron sobrevivir.

Pero el trabajo de Jimin era un secreto, un peso que cargaba en silencio. Si su
madre se enteraba, le quitaría lo poco que tenía, y él necesitaba ese dinero. Necesitaba ese dinero para poder ir a la universidad, para poder escapar de esa ciudad, de este pasado. Aspiraba a un futuro mejor, a un futuro donde la soledad no me acompañara, donde las pesadillas no lo atormentaran.

Con la mirada fija en el horizonte, Jimin salió de la casa.

[...]

Al llegar a la escuela, el bullicio de los estudiantes llenaba el aire. Jimin observó cómo algunos sonreían y se saludaban con entusiasmo, mientras que otros, más pequeños, eran acompañados por sus padres. De repente, un torbellino de recuerdos me invadió.
Recordó cuando su mamá y su papá lo traían al jardín de niños, a primer grado, a segundo...tercero, cuarto. A veces iba con su papá, otras con su mamá, y en quinto grado, su mamá lo acompañó sola. En sexto, ya tenía que aprender el camino de memoria, solo.

Una vez, su mamá le dijo a sus amigas que ya era un niño grande porque viajaba solo. En ese momento, Jimin la miro con confusión. Ellas, con una sonrisa irónica, asentían. Mientras Jimin se preguntaba: ¿Cómo podía ser un niño grande si le hacían esas cosas?

Enséñame que soy importante |• KookMin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora