Capitulo 5

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—¡Jimin, mocoso del demonio, levántate ya! — gritó su madre, su voz estridente y llena de irritación, golpeando la puerta con fuerza. La madera crujió bajo el impacto, pero Jimin no se movió.

— Saldré con Yoonsik a almorzar, compra algo para ti—  avisó, su tono un poco más suave, pero aún con un dejo de desinterés.

Llevaba llamando al menor desde muy temprano en la mañana, pero Jimin no se atrevió a abrir su puerta en ningún momento. Sabía que su madre no entendería, no podía entender. Nadie sabía lo que había pasado, lo que seguía pasando.

—¡Regresaré en la noche! — gritó nuevamente, pero Jimin permaneció en silencio, su corazón latiendo con miedo.

Con su ceño fruncido, su madre no le dio más importancia y caminó hasta su habitación, tomando su bolsa y saliendo de casa. El olor a alcohol impregnaba su ropa, un recordatorio constante de la adicción que la había consumido desde que su ex esposo los abandonó.

Hacía tiempo que había perdido todo tipo de comunicación con su hijo, a veces se arrepentía de ello. Otras veces, simplemente lo dejaba pasar, pensando que quizás Jimin era rebelde. Pero la verdad era que no sabía cómo ayudarlo, cómo llegar a él.
Desde pequeño, Jimin había actuado de forma extraña, le tenía miedo a todos, no le gustaba que lo miraran a los ojos o siquiera lo tocaran. Sus amigas decían que su hijo era hermoso y todo un hombre, pero ella lo veía como un gatito asustado que no dejaba que nadie se acercara más de lo debido.

Cuando la puerta se cerró, Jimin abrió sus ojos, cansados y rojizos de tanto llorar. Su cuerpo dejó de temblar, sintiéndose finalmente en paz.

Hoy era el día, Yoonsik viajaba a Seúl por trabajo y no regresaría en algunas semanas. Su mamá pasaría la noche con él, pero Jimin sabía que no era una visita de amor, sino de conveniencia.

Levantándose con dificultad y pesadez, Jimin suspiró y caminó hacia el cuarto de baño. Su reflejo en el espejo del tocador lo hizo contener la respiración.

—Duele...— susurró, su voz apenas audible.

Al revisar el botiquín, se dio cuenta de que no tenía absolutamente nada allí más que algo de alcohol.  Soltando un leve suspiro, regresó a su habitación y tomó algo de dinero de sus ahorros. Tendría que ir a la farmacia por su cuenta, pero no podía caminar bien. Todo su cuerpo dolía y tenía vergüenza de salir a la calle luciendo así.

Todo para Jimin parecía completamente perdido, hasta que alguien tocó el timbre y no se detuvo insistiendo hasta que él se sintió obligado a bajar y atender, sin pensar en siquiera cubrir su magullado rostro.

La puerta se abrió, y Jimin se enfrentó a una realidad que cambiaría todo.

—Muchacho, lamento las molestias, pero mí nieta tiró su balón a su patio y me gustaría saber si me permites — la anciana se detuvo abruptamente, su voz muriendo en sus labios al ver el rostro del menor.

—¡Cielos!— exclamó, retrocediendo un paso, horrorizada.

Su mirada se clavó en las magulladuras y moretones que cubrían el rostro de Jimin, su expresión de sorpresa y preocupación.

Jimin, avergonzado y dolorido, quiso cerrar la puerta nuevamente, pero la anciana no se lo permitió. Su mano se apoyó en la puerta, impidiendo que se cerrara.

—¿Qué te pasó, muchacho?— preguntó, su voz llena de compasión y preocupación.

Jimin se sintió incómodo bajo la mirada de la anciana, pero algo en su expresión lo hizo sentir seguro.

—¿Estás bien?—insistió la anciana, su voz suave y cálida.

Jimin negó con la cabeza, sintiendo lágrimas deslizándose por sus mejillas.

Enséñame que soy importante |• KookMin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora