Torre de Luna Llena

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Snape se alejó por el pasillo, malencarado.

Incómodo, perturbado. Granger planteaba su situación con el inquietante sortilegio de ser aterciopelada y por ello, tener una fuerza que podía ser tremenda. Aun así se repitió que no era razón para escucharla.

Despertar en la claridad de San Mungo había sido echar al vuelo palomas de liberación. La faz del mundo ese amanecer era nueva. Un mundo liberado de seres nefastos. Mudos para siempre. Snape se vio sin tener qué despertar pensando cómo seguir engañando a Voldemort, ni de pasar el día bajo una sombra tan conocida que sentía haber nacido en ella. Despertar esa mañana abrió la cara del cielo. Fue estar ligero, fue puro alivio.

Recibió el alta dos días más tarde, tiempo que aprovechó para dormir, oyendo a los medimagos y enfermeras cruzar frente a su habitación afanados con otros convalecientes. Minerva fue a verlo un día antes para ponerlo al tanto de la situación, disculpándose por la demora en visitarlo, obligada por estar al tanto del desastre en el colegio, con sus terribles pérdidas.

-Me interesa, pero no veo por qué me lo cuentes reportándome, Minerva -comentó Snape-. Al salir deberé presentarme en el Wizengamot. Aunque siendo honestos, no sé cómo estoy vivo.

-De eso nada, Severus -McGonagall se enjugó una lágrima, con un pañuelo-, cualquier cargo en tu contra fue sobreseído, el testimonio de Harry ante el Ministro emergente, Shackebolt, ha puesto todo en claro sobre ti.

Fue la vez más cercana para Snape de quedarse boquiabierto, aunque en vez de agradecer, se dijo: Sólo me falta que ese pedazo de torpe haya contado mis secretos.

-Y los chicos estuvieron contigo.

-¿Qué chicos? -no salía de su asombro.

-¡Los Gryffindor, claro! -ella se extrañó- ¡Potter, Granger y Weasley, ellos te trajeron rápidamente a Urgencias...! Dejaste a Voldemort en muy malas condiciones, pero él prácticamente te mató, perdona la expresión. El hospital estaba atestado de heridos, pero se te atendió de inmediato, Harry exigió a gritos que se te diera una habitación aunque había muchos desangrándose y moribundos en los pasillos. Era un caos, pero exigió que se te diera atención especial. Su influencia moral y haberse quedado el señor Weasley para verificar, violentamente he de decir, que se te atendiera, fue decisivo. Estuvieron contigo día y noche hasta que recobraste la conciencia.

-¿Potter sabía sobre mí cuando me trajo? No creo que haya tenido tiempo... -de tan asombrado no sabía bien cómo preguntar.

-Harry no sabía nada en detalle -negó ella-. No había ido al Pensadero. Él creyó las palabras de Granger. Ella te dio los primeros auxilios, era un momento muy difícil porque ya se luchaba en el colegio. Granger acabó gritando a Potter que no había tiempo de hacerse preguntas y se te debía salvar.

-¿Por qué haría eso?

Ella se limpió otra lágrima discreta y comentó:

-Supongo que verte hablando con Riddle terminó de convencerla sobre dudas que ya tenía sobre tu supuesta culpabilidad.

Snape se dejó caer más sobre la almohada, si tal era posible.

-Me encanta deberle la vida a tres Gryffindor -rumió-. Ahora sí moriré, pero de gusto.

-¡Severus...! -rio MacGonagall, pañuelo en los labios.

La mañana de su salida, los alimentos tuvieron para Snape un nuevo sabor y agradeció la frescura del agua. Estaba vestido con ropa nueva y dejó la habitación sin permanecer un segundo más del necesario, para que otro convaleciente ocupara la cama. Iba a la salida con los pergaminos adminstrativos cuando sorpresiva, pero no inmerecidamente, McGonagall, Sprout y Slughorn llegaron a su encuentro por el corredor, seguidos de los Prefectos de las cuatro casas. Harry, trastornado y conmovido, había revelado la verdad al profesorado en conjunto.

Cuando tu mirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora