Aunque no me toques

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Que Severus Snape la hubiera llamado Hermione, provocaba en la Gryffindor una gratísima emoción.

La cercanía que eso significaba, la cautivaba. Y había más. Ella le había dicho su sentir por él... 

La liberación que eso le trajo, más el haber saltado el obstáculo de las evasivas de él, le causaba satisfacción y la convencía más de estar en lo correcto.

En parte podía ser desangelante, pues Snape le había dicho que no podían relacionarse como ella pretendía. Pero, ¡no importaba! No estaban lejos uno del otro, porque, ¡la reacción de él, a la carta...! Hermione recordaba la voz de Snape cerca del Cuadrado, su mirada... sus palabras... La comparó con el Edén... Era... inédito y agradabilísimo...

Se sentía en vértigo. El nuevo actuar de Snape, cabría decir el verdadero, ya libre de las ataduras de la guerra, le permitía entenderlo mejor y le agradaba. De haberlo conocido así antes, pensaba, habría enloquecido por él... Hoy, cada reacción de Snape le provocaba mariposas en el estómago: Hermione caminaba por las galerías con estupefacción, viendo sin ver, a ratos tomándose las sienes con una sonrisa. Y no sólo eso, lo que más le admiraba era repetirse que Snape... ¡experimentaba emociones por ella! Lo notó en su voz, en sus ojos, en su tocarle el mentón. El rozar uno de sus labios...

Y como el amor es una respuesta que trae más preguntas, Hermione pensaba cómo él sentía eso por ella, si es que nació durante el reinicio de cursos, o si sólo fue por su carta. Y a causa de que él no rechazaba los sentimientos de ella, Hermione impulsaba sus deseos... Pasaba tiempo despierta en las noches, repasando una y otra vez su última conversación, o contemplaba el disco lunar de satín por encima de las torres, y se tocaba el mentón con expresión maravillada y alterada.

Esta tarde, Hermione armada con una libreta, plumas y tinta, se dirigía a los invernaderos en hora libre de clases por estar incompleta la plantilla de profesores. En ratos como éste, el alumnado se dedicaba a resolver tareas, estudiar en grupo o apoyar en otros deberes académicos, como ella misma, quien repentinamente se estremeció al ver a Snape yendo a su encuentro para concretar el plan de Herbología. Un pensamiento fugaz quiso hacerle creer que era una cita. No lo era, pero se emocionó al verlo llegar sin la profesora Pomona, como acordaron que los acompañaría.

-La profesora Sprout descansa hoy -explicó Snape, al caminar juntos.

Atendiendo al camino, aunque el tema era casual, la voz de ella tuvo un tono más cálido:

-¿Cómo se encuentra ella... profesor?

Lo significativo en Snape fue su silencio antes de responder, como si paladeara la voz de Granger en su mente.

-Una recaída -respondió, por fin-. Se restablecerá con unas horas de reposo.

Hermione sabía de qué iba. Haber reconstruido Hogwarts en tiempo récord y reiniciado los cursos a cuatro meses de la última batalla, no solucionaba los problemas heredados de la guerra. Uno de ellos eran estas secuelas físicas, más las crisis de ansiedad en profesores y estudiantes.

-¿Usted no tiene esos problemas, profesor?

-No, Miss Granger -respondió él, dudosamente para Hermione-. ¿Y usted?

-Malos sueños, a veces.

Entraron a la zona dedicada a la Herbología. Los invernaderos habían quedado hechos un desastre después de la batalla final. Por meses, los elfos desescombraron el área y el resto del estropicio se ordenó con magia. Aun así, la hierba crecía feraz y de los siete invernaderos sólo tres estaban en medianas condiciones. Sprout daba sus clases sólo teóricas, en el aula de DCAO. El reto a vencer era podar uno por uno y estructurar la nueva selección de plantas. Un dedicado Neville colaboraba con Sprout para obtener buenos especímenes, pero escaseaban debido a las malas artes de Voldemort. Iba a ser necesario el trabajo en masa de profesores y alumnos para dejar aquello como antes.

Cuando tu mirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora