Ecos de mármol blanco

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Llevaban cuatro días en la ciudad encantada y Snape observaba a Hermione, en el laboratorio... La luz de una vela iluminaba las facciones de la chica, concentrada en un libro; leía con el fondo de una ventana, abierta al horizonte de altas cúpulas, brillantes en la noche.

El ex mortífago se sentía atraído por las facciones de la Gryffindor, y la admiraba con la misma necesidad de respirar... Así era en el castillo, como en la ciudad al incursionabar en sus calles silenciosas... Él daba vistazos a sus ojos, a su perfil, sabiendo que de alguna manera recóndita, los rasgos de Hermione explicaban la vida...

Esta noche, sus largas pestañas bajas al leer, lo conducían a su boca... Y Snape recorría, lento, las líneas de suave curva de los labios de Hermione... Se concentraba maravillado en el dibujo aterciopelado, en los juegos de luz en el rosa de su boca... Labios que veía con la misma emoción que cuando los descubrió, que cuando se atrevió a mirarlos por vez primera... Labios que él conocía rosas a la luz de la tarde, y de sombra en la fría noche, y de oro entre las hojas del otoño y cálidos en la nieve del invierno... Boca de la que conocía el calor de sus besos, bajo los arcos del corredor abierto, en el colegio de estrellas de terciopelo.

Snape, al inclinarse sobre los labios de Hermione, en el castillo, también en las calles de la ciudad sin tiempo, observaba los ojos de la chica, que lo llamaban a tomar un beso, y él había descubierto sus propios labios al contacto con los de Hermione...

A través de sus caricias ardorosas y húmedas se perdía en su aroma, y también conocía el corazón agitado de la chica; también las encrucijadas ocultas en seriedades o silencios... Sus dolores callados y aquel ímpetu de su corazón que había sembrado estrellas en el camino oscuro del ex mortífago. Los sentimientos claros que lo habían llevado a él, al hombre que nadie amó durante mucho tiempo.

Snape contemplaba los labios de Hermione al leer, su toque de amanecer, pensando que nunca lograría expresarle lo que ella significaba para él... Podría decirle lo que sentía, podría repetirlo, mas nunca sería capaz de describir el sentir clavado en su alma, hecho de enigmas, y de confesiones.

Sentado a su lado, suavemente distrayéndola del libro, la tomó del mentón... y al alzarle el rostro con sutileza encontró la mirada tersamente sorprendida de la Gryffindor... Snape sintió en sus dedos la delicadeza de sus facciones, la armonía de su boca y el trazo de sus ojos, y en el placer del contacto pensó que si ése fuera su mayor acercamiento, si nada más sucediera, de haber pasado antes y haber terminado ahí, él sentiría la fortuna de haberlo vivido como un bello sueño, y no tendría nada que reprochar.

Apenas un beso fugaz, apresurado, un brote de lo que habría sido, también le hubiese sido suficiente. Suficiente para recordarla por el resto de su vida. Porque también Hermione pudo no ser su amor, Hermione pudo haber sido tan sólo una pregunta... Hermione pudo haber sido un deseo sin futuro, un vistazo entre dos personas que parecen coincidir antes de seguir caminos diferentes, que se distancian para no encontrarse más. El acercamiento de ella pudo haber sido el vistazo de un mundo posible, evaporado a la caída de la lluvia...

Mas la chica estaba con él... La Gryffindor impetuosa, incluso obstinada, de mirada y labios ahora sonrientes por el contacto de él en su barbilla, un día le correspondió, por el azar dictado por la vida, el desear un amor imposible, al que ella hizo posible por saber llamar a su puerta.

Snape, al tomarla del mentón con dulzura antes desconocida para él, percibió la finura de las facciones de la castaña... La chica estaba tallada con delicadeza, en el aire de un ensueño, y sus ojos le causaban la sensación de estar a las puertas de un mundo que lo llamaba... A la orilla de esos ojos marrones, Snape se sabía en la frontera de un mundo en cuyos paisajes estaban los dos.

Cuando tu mirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora