Pansy y el Velo

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-Estoy segura -dijo Pansy Parkinson.

En el Cuadrado, entre alumnos que pasaban, Theodore asintió casual. Pero informal o serio no podía quitar la vista de Pansy Parkinson: en el día soleado, sentada en la escalinata, con el ceño fruncido y la varita en sus dedos, estaba absorta en pensamientos que imprimían a sus labios apretados, un gesto de determinación.

Theodore asintió, grave, recorriendo las facciones de ella con la mirada. Eso no era nuevo. No sabía desde cuándo estaba enamorado de Pansy Parkinson. Ella era una presencia surgida en el primer horizonte de su vida, desde un significado indefinible pero grato y singular, hasta conmocionarse con sensaciones nuevas y sentimientos que, pese a no haberlos vivido, le eran reconocibles: la emoción cálida, en el tórax, que le subía a los ojos, llenándolos de brillo al verla; la inquietud de ver el cabello de Pansy, cortado a la egipcia, rozándole los labios rojos; el estremecimiento al encontrarse con la mirada de ella, directa, plena de palabras mudas; la atención y tensión que lo invadían casi a su pesar, al escuchar el sonido de su voz.

Ahora, seria, ensimismada, ignorando a todos, era para Theodore la chica que llenaba sus sueños y le anunciaba deseos. Era más. Theodore era inusual. Nadie veía a Pansy como la veía él; nadie la entendía como lograba entenderla él. Theodore lograba percibir los estremecimientos de un corazón que Pansy intentaba a toda hora, ocultar.

Theodore no la apartaba de su mente. No le importaba que el pasado intento de atrapar a Potter en la Torre del Director saliera mal, ni que ambos pasaran reprimenda y labores de disciplina. Le importaba que Pansy lo había besado en los labios.

Ella lo había besado de forma pícara, juguetona y decidida, como dictaminando que ambos eran especiales. Eso era lo que más importaba a Nott, ese contacto con la mano de ella, tomándolo por el rostro, y los labios de la chica repentinos en los suyos, la caricia con sabor a cerezas y a amor sorpresivo. Una sensación de sueño hecho realidad cuando no se le esperaba.

Esos pensamientos lo cruzaban al verla sentada en la larga escalinata. El marco de sus cabellos negros a la egipcia en torno a su obstinada boca roja y la mirada llena de reflexiones, que él deseaba conocer. Y es que Theodore mismo se desconocía. Siempre dispuesto a soltar todo, a ignorar a los demás, a no anclarse en afectos y a estar pronto a olvidar a quien fuera, se volvía lo contrario transformándose en anhelos con sólo ver a Pansy Parkinson, y sentir que la vida se llenaba de savia al verla pasar.

Por eso la seguía donde fuera, como lo hizo en los días cuando en sus familias los llenaban de consignas con respecto a la pureza de sangre... También habían estado juntos en hechos en los que nadie se paraba a pensar, y era en la dureza que sufrían los alumnos de Slytherin de familias conectadas con mortífagos.

Pansy y Thedoroe habían sufrido torturas a causa de su desobediencia, escarmientos impuestos por sus padres siguiendo órdenes de Voldemort. Habían pasado amenazas y sufrimientos. No todos se sentían unidos o beneficiados por el Señor Tenebroso. Esos dolores permanecían en la oscuridad, pero habían ocurrido.

Y en esos días sólo Theodore existía para Pansy en los momentos de confidencia, con respecto a problemas en casa, también ambos heridos por los castigos. Se habían acompañado más de una vez en las dudas, incluso en los odios. Él había estado con Pansy en tiempos de la guerra, incluso cuando ella cometió errores, y ahora igual, estando llena de dudas en lo que antes creyera y buscando algo nuevo en qué creer.

Práctico Slytherin, de pie frente a ella en la escalinata, Theodore no se engañaba. Él era como los de su Casa y pensaba en la posibilidad de que Pansy no sintiera igual por él. En Slytherin no abundan las historias rosas. Pero Theodore estaba tan lleno de callejuelas y de conspiraciones al lado de Pansy, que se sentía proclive a no ser cauto. Sin dramatismos, casi por lógica, Theodore estaba dispuesto a quererla más que ella a él, o incluso a amarla aunque ella no lo amara.

Cuando tu mirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora