A la orilla del Pensadero

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-¿Notas la mezcla? -le preguntó Snape, en la penumbra del recinto.

-Sí –afirmó ella-. Se ven dos colores y su mezcla. Es azul.

Ella veía mucho, también en el acomodarse del día a día. Su compromiso de casarse había formalizado socialmente la relación de ellos, provocando no sólo intentos de escandalizar de los prefectos de Slytherin, sino también un alud de simpatía por parte de un número enorme de alumnos.

Vector, argumentando ante el Ministerio y apoyada por el consejo de benefactores sobre el error de impedir a Snape dar clases en una materia donde era maestro, había conseguido revocar esa parte de la sentencia. Sobre la de no poder ser director, Snape pidió que no se tratara de regresarlo a un puesto que hacía mucho había dejado de interesarle, y donde le parecía que Vector se desempeñaba perfectamente.

Minerva se resistía a los intentos de Snape para que regresara, pues ella respondía que encontraba muy agradable la vida privada, aunque no se evitaba pensar que le dolía la forma como Pansy Parkinson logró sacarla del colegio. En compensación para el sentir del estudiantado, estaba el nombramiento de Hagrid como subdirector, que hacía sentir a muchos algo colocado en su lugar o una forma de justicia.

Hermione pensaba en eso, así como veía pasar a Snape por los corredores, en clase, o lo miraba de lejos al caminar, y la castaña sabía que su propia vida había recibido ese toque poco común, que puede llevar a ser incomprendido: el toque de haber encontrado el amor.

Hermione quedaba pensativa, sin notar cómo el viento de finales de invierno removía sus cabellos, sin saber cómo sus ojos en la tarde adquirían un aire concentrado de melancólica belleza... La Gryffindor callaba, y pensaba, y sentía, y el sonido de ese fuego era la voz de Snape.

Le divertía cómo sus amigas, en la Sala Común, le pedían ver su anillo, el de cristal de nieve encantado, que Snape hiciera para ella... Los leños crepitaban, arrojando luz y calor, Harry estaba con sus amigos y Hermione estaba comprometida con Snape.

Cuando caía la noche y se citaban en los arcos, Snape en ocasiones besaba la mano de Hermione sin decir palabra, ojos y cabello oscuros igual que la noche, pero manos cálidas y labios ardientes.

Ahora frente a su Pensadero, donde él le pidió que fueran, había más que ver. A unos meses de los exámenes finales, estaba el tema de los ataques de Pansy Parkinson.

Luego de escapar del hospital, Pansy y Nott permanecieron ocultos en lo que echaban a andar las influencias familiares, y al tener cierta seguridad reaparecieron en Hogwarts... Toda investigación sobre ella con relación al fuego diabólico en la Torre de Armaduras se había detenido. Pansy argumentó que si Granger fue perdonada por influencias en el Ministerio, ella y Nott también podían recibir apoyos, y con mayoría de razón pues ellos no habían roto ninguna norma. Más ninguno de ambos cejaba en su empeño de hacer de su grupo de prefectos especiales, una fuerte presencia en Hogwarts.

Snape ya había explicado a la castaña cómo él envió a Hagrid al hospital donde estuvieron Parkinson y Nott, tanto para darles protección en su calidad de alumnos, como para que nadie los tocara hasta que él se presentara. Lo cual hizo, no tanto por nobleza.

Dejando a Hermione al cuidado del Ejército de Dumbledore, Snape fue a al hospital mágico de Westhampton y aplicó un procedimiento de su invención. Colectó los recuerdos de Pansy y de Nott cuando estaban inconscientes, volvió al colegio e hizo lo mismo con los de Hermione. Evocatiox, se llamaba el conjuro creado por Snape, para ver un suceso desde la óptica de quienes estuvieron en él.

Esa técnica la tomó horas, recibiendo reportes del estado de Hermione dados por Harry en persona. Entre eso, llevar a la chica las terapias de vapor de pociones, tomar turno para velar junto a su lecho, pasó días sin dormir, fatiga que Hermione le notó al despertar.

Cuando tu mirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora