Un día de besos

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En el despacho, Hermione iba a decir algo cuando Snape la silenció abrazándola y besándola en la boca, sorpresivamente.

Desconcertada, no atinó a devolverle el abrazo, sino que quedó con los brazos semi alzados y sus palabras sofocadas en la boca de Snape, que la dobló un poco y la hizo dar pasos atrás, hasta topar con el librero.

El beso de Snape fue tan sediento que movió el rostro de la castaña, quien trató de abrir los ojos sin mucho éxito.

-... mh... Severus... –logró articular, pero el volvía a cubrirle la boca con la suya- Severus... mh... qué tienes...

Él no daba trazas de soltarla; la rodeaba con los brazos en ese beso largo. Hermione se preocupaba, pero el placer era tan inesperado y enorme que ella se perdía en la ávida boca de Snape.

Ella le puso las manos en los hombros y apartó la cara, sin lograr gran cosa porque Snape la besó en mejillas, sienes, y de regreso.

-... Severus... Los otros prefectos se acaban de ir... -le recordó, con dificultad bajo los repetidos besos- Ay, Severus.... ¿Qué te pasa...?

-¿Qué piensas que me pasa? –susurró él, haciéndola verlo, al tomarla del mentón. La besó debajo de los labios.

-Pero, pero es que... -balbuceó ella, con los ojos cerrados; apretándola, él la besaba repetidamente a un lado de la boca- Nos van a oír.... Severus... por favor...

Aquello enardeció más a Snape, que se comía a besos a Hermione en mejillas y sienes, deleitándose con su aroma en cada caricia. Ella no sabía cómo quitárselo.

-Es la segunda vez que... lo haces... Me pides quedar luego de la reunión y... ¡Mh!

Hermione cerró los ojos, pues él volvió a besarla en la boca, largamente, deseoso; la chica se crispó, pero se le escapó un resoplido de placer. Snape no se serenaba; incluso el desconcierto placentero de ella lo estimulaba.

Pueden estar oyendo, se alarmaba la castaña.

Los rápidos besos en las orejas y poco más abajo, en el cuello, alteraron a Hermione.

-... Severus, no... por Merlín, no me hagas esto...

Al moverse, el uniforme de Hermione siseaba contra el atuendo negro de Snape. Totalmente adherida a él, tenía las manos al lado de la cara, los libros como pared: alzó un poco el rostro para evitar los besos de Snape y poder hablar, intento infructuoso pues él la besó en la mandíbula y en los labios, que ella intentaba negarle.

-¿Qué te pasa? –jadeó ruborizada Hermione, entre los labios de Snape, quejumbrosa; él le besó un ojo y después sobre la boca cuando ella añadía- No es que no quiera, Severus, mi amor –le dio otro en los labios-, mh.. óyeme, es que me da un poco de miedo que alguien regrese... No entiendo por qué...

-Honestamente –asintió él, viéndola fijamente-, creo que hablas demasiado.

La alzó y antes de ella darse cuenta, estaba sentada en el escritorio del director, con las piernas a los costados de él. El beso en su boca, las manos de él en las piernas de ella, le restaban voluntad.

-¿Qué harás si nos ven...? –jadeó, con las manos en el escritorio, la mirada perdida por tener los labios de Snape en el cuello- ¡Ah! –se estremeció- ¿Qué vas a hacer si nos oyen...? Ah, Severus... en verdad...

-Los obliviaré. También si es McGonagall.

-¡No puedes hacer eso! –lo analizó a los ojos- No, sí eres capaz...

Trató de alejarse de él, pero oscuramente divertido, Snape le desviaba los brazos y volvía a colocarla en el lugar que le dio en el escritorio, sin hacer fuerza frente a los marcados intentos de ella.

Cuando tu mirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora