Entonces, para siempre

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En lo alto del palacio de ónice, Hermione observaba el horizonte rojizo y dorado.

Snape había elegido ese lugar como su residencia para cuando fueran a la ciudad encantada, un palacio de cuatro pisos, construido en piedra negra brillante, con columnas de mármol veteado en cada balcón, gran número de habitaciones y un amplio patio central descubierto; como el resto de la urbe, estaba desierto.

Ese tipo de sitios no era raro en el mundo mágico. Existían avenidas, casas misteriosas y como ésta, ciudades, creadas por algún embrujo perdido en el pasado; emergidas del arte de un hechicero olvidado, forjadas deliberadamente o como ecos de conjuros que tuvieron otros destinos.

La magia dejaba reverberaciones, miríadas de luces de poder desprendidas de una varita, que viajaban por el vacío y atraían otros ecos, arrancándolos del azar o desde la nada, organizándose hasta formar paisajes que algún día alguien encontraba, sin conocerse su historia. Snape creía que existían muchos más lugares así, que los conocidos.

Y éste sitio asociado con Hogwarts –Severus estaba convencido que lo descubrió Dumbledore- consistía no solamente en las residencias y los jardines de la ciudad en perpetua medianoche, sino que poseía laboratorios de alquimia y archivos, varios de los cuales tenían trazas de haber sido utilizados, como si su objetivo hubiera sido tener un sitio de experimentación y el resto de la urbe fuera un eco corporizado. Hermione se preguntaba qué aventura vivió en ella qué tipo de magos, pero ya nadie permanecía en la ciudad...

Habían hecho el camino de transición entre los dos mundos en amoroso silencio, pero al quedar paulatinamente más solos conforme recorrían las calles iluminadas y silenciosas, surgió una tensión y una idea insinuándose entre los dos.

Hermione observaba el horizonte de aspecto crepuscular, pero sin el sol, en el cielo rojizo del horizonte, que hacia arriba oscurecía hasta mostrar la luna llena en el cenit... Al otro extremo del firmamento brillaban estrellas blancas, cambios en la naturaleza de la ciudad como cambios en la vida de la Gryffindor, para quien la experiencia de la noche anterior fue tan poderosa como para alterarla en una ola, que terminó de esa forma explosiva cuando él llegó en sombra.

No estaba sola en eso, era una fuerza creciente de tiempo atrás, hasta que tomó tal peso que un día los sorprendió con la certeza de que no sólo se gustaban, sino que se gustaban para más... Para algo en especial.

La castaña estaba segura que ni ella, ni Snape, lo habían considerado así desde el inicio. O siéndose honesta pensaba de sí misma que tuvo un atisbo poderoso en esa urgente necedad de deseo, donde se dijo como llevada por otra fuerza, que Snape debía ser de ella... Se había referido a tenerlo para ella, a que él la amara, pero oscuramente, hacerlo de ella implicaba otros deseos urgentes.

También notaba que Snape recorría ese camino. Que en los días de la duda, la evadía porque se enamoraba de ella... se enamoraba de quien pensaba no debía hacerlo. No sólo era atracción por su personalidad, por el descubrimiento de que en la chica había un ser que hablaba en serio y sentía en serio. Las negativas y rechazos de Snape fueron la huida de su deseo por Hermione.

Ahora que la aceptaba, la corriente del deseo no tenía obstáculos. La castaña era testigo fiel de cómo Snape se veía paulatinamente poseído por la atracción, al punto de verla en los arcos, de besarla en el despacho, de hacer encantamientos en pleno Hogwarts, de actuar en forma muy semejante al acoso y de estar dispuesto al tremendo egoísmo de obliviar a la misma Minerva si lo descubrían. Era un Snape fuera de sus cabales.

A Hermione no le molestaba. Le complacía descubrir el poder de ser deseada... Ella siempre había ido por lo suyo, planteado, no siempre pedido, y con Snape había sido igual. Al descubrir que Snape era pareja para ella, saltó sobre convencionalismos y conscientemente había tratado de enamorarlo. No era una frágil doncella que esperara. No obstante, esta vez no quería ser ella quien diera el paso.

Cuando tu mirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora