Caricias en Pentagrama

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-Nunca lo imaginé. Y ahora que sucedió, lo encuentro perfecto.

Hermione lo dijo recostada en el lecho de una habitación, en la cima de la torre.

Snape la observó, enmarcado por la luz de la única ventana, abierta en ojiva hacia la profunda arboleda.

-Es más que perfecto –afirmó él.

Un cortinaje de terciopelo negro alrededor del lecho, ahora abierto, le dejó ver a Hermione de arriba abajo. Ella estaba recostada bocarriba, con una pierna recogida sobre la otra, todavía llevando el uniforme de Hogwarts.

-El profesor que me odiaba... –sonrió ella.

-Nunca te he odiado... –aseguró Snape–. Digamos que.... huía.

Ella lo consideró.

-Y, ¿estamos huyendo?

-No. Estamos solos. Estamos en una orilla del tiempo.

Hermione se acomodó en la almohada, colocándose unos dedos cerca de la boca, mirando hacia la ventana de ojiva.

-Así, en esta tarde fresca, frente a un paisaje tan tranquilo, se diría que no hay peligro en el mundo. No se escucha un sonido, acaso el viento.

Snape se le acercó unos pasos.

-Nadie puede vernos –confirmó él–. Nadie hay aparte de nosotros en este claro de El Hermitage. La torre se enclava en una región del tiempo próxima a la eternidad.

Con la misma expresión ensoñadora con que admiró el macizo de árboles bajo el cielo gris claro, Hermione volteó a él.

-¿Por qué me miras así?

Snape llegó al pie de la cama.

-Me hechizan tus facciones –confesó.

-¿En verdad? –ella se interesó.

Snape asintió.

-Poder verte como ahora, libremente, sin limitarme, es... –buscó la palabra– placentero, liberador... Lo deseaba, pero sólo me daba segundos para verte durante clase, y que pareciera dentro de lo común. Otras veces te oía responder, sin mirarte, pero deseando hacerlo. También es necesario que me crean enemigo de Potter y por ende, de sus amigos. Me acostumbré a fingir, a ponerte mala cara.

-¡Te creo...! –Hermione rió divertida, y la risa se alargó un poco, sin dejar de verlo– ¡Perdona, no me burlo, tengo esta mala costumbre...!

Su risa se volvió sonrisa de ojos cerrados, cuando él se inclinó en el lecho y la besó suavemente en los labios, luego en un lado, y de nuevo en el centro de su boca... Ambos sintieron la piel de sus labios, el silencio que se llenaba de deseos, la calidez de sus respiraciones. Hermione sentía la pasión de Snape aun en esos besos pequeños.

-¿Qué fue eso? –le sonrió ella.

Snape recorría las facciones de la castaña con la mirada, lenta, acariciantemente.

-Deseaba besar tu sonrisa...

Con ojos ensoñadores, ella le posó una mano, en una mejilla.

-En verdad, no imaginé que te oiría decirme algo así...

-Claro que no...

-Y ahora que lo haces... –lo pensó– ¿Te digo algo? No es que quiera hablar de otras personas, pero con Víktor Krum no me ocurrió esto... Y con Ron... las circunstancias nos acercaban. Pero contigo, una vez que rozamos la superficie todo se dio instantáneo.

Snape le tomó la mano y se la sostuvo conforme él se ponía de nuevo en pie.

-Como quiera que sea, ambos son buenos chicos.

Grimorio para tu almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora