Heraldo de Sangre

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El Sello del Cuervo brilló alado y rojo en el Libro de Sombras... el Mensajero de las Artes Oscuras que arribó a Hogwarts para inspirarles el desenfreno.

Empezó como murmullos airados cuando se supo en la Sala Común de Slytherin, que Filch había encontrado malherido a Draco en el segundo piso.

¿Malherido? Draco estaba al borde de la muerte.

Su estado sobrepasaba las capacidades de los expertos del colegio.

Lo trasladaron en urgencia a san Mungo, acompañados por una aterrorizada Minerva, y al correrse la voz a otras salas comunes, los alumnos se pusieron el uniforme, hallándose en los pasillos iluminados, con preguntas en bullicio.

Profesores llegaron, pero la cantidad de alumnos que salían y su naciente determinación de saber qué ocurría los congregaron en mayor número en la Gran Escalera, hablando entre sí.

Las voces de los profesores sonaron débiles en el murmullo que fue cobrando fuerza e impaciencia. Fue menos simpatía hacia Malfoy que hartazgo, causado por la enésima presencia de un peligro que amenazaba con ser incontrolable.

Voces en la Gran Escalera convocaron a la Sala Común, haciendo caso omiso de la hora.

Llenándose en un santiamén, un alumno de Ravenclaw que convalecía en la Enfermería y oyó parte del problema, llegó en silla de ruedas:

"Filch entró a un corredor donde notó que no oía sus pasos. Sospechando, buscó hasta que halló a Draco en el suelo."

Preguntas se amontonaban. El que traía la noticia les confió:

"... Malfoy estaba inconsciente, Filch cree haber oído unos pasos cerca, pero leves, pensó que era un estudiante, pero no lo buscó porque Malfoy estaba..."

"¿Estaba qué? ¡Dinos!"

Suspirando de intranquilidad:

"... estaba destrozado, con treinta o más cortes en tronco, brazos y piernas, profundos, que dejaban ver músculos y tendones, el hueso en un brazo, él sobre un charco de su sangre, con otra herida en el cuello, una herida mágica extraña, "malévola, malsana" dijo la medimaga del turno de la noche. Draco había usado la varita, no saben si para defenderse o atacar."

Las hipótesis y sobresaltos se sucedieron:

"¡Hechizo silenciador, claro...! ¡Para que no se oyera el duelo!"

"¡Ni se oyera a Malfoy si gritaba!"

"O sea, ¿para dejarlo morir? ¡Qué espanto!"

"¿Quién podría...?"

"O para que demoraran en hallarlo, porque el responsable no lo mató, ni lo escondió."

"Debió ser alguien que conoce la hora de la ronda nocturna de Filch en esa parte del castillo."

"O sea, ¿el culpable es alguien del colegio?"

"¿Y estará aquí ahora?"

La algarabía se desató. Trelawney y los demás profesores llegaron y trataron de sofocar el desorden, otros pedían llamar a Minerva para que volviera de san Mungo y Vector intentó imponerse, pero no podía faltar: un Slytherin agravó el desorden al zafarse y señalar a la profesora para que se alejara:

"¡No, estamos hablando!"

La mayoría secundó airadamente la protesta.

"¡Es verdad, siempre nos hacen callar y así padecemos los maltratos!"

A Draco lo olvidó la mayoría y su caso sirvió para desatar protestas y dar rienda suelta a expresarse a veces de manera atropellada, sobre la injusticia que se vivía de años atrás.

Grimorio para tu almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora