Umbral de Oscura Magia

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El portón de hierro cerró con un retumbo, revelando frente a Hermione, una escalera de caracol.

No entraba ningún sonido del bosque... Así debía ser, pues la Torre de Ossian era inaccesible para quien desconociera el hechizo de apertura. Ya estaba aquí. ¿Qué habría arriba?

Cautelosa, la castaña subió varita en mano por mohosos peldaños en espiral, entre muros que exhibían emblemas, separados por teas que lanzaban sombras largas.

Acompañada por el siseo de las antorchas, al calcular que había subido hasta casi la cúspide, salió a un piso circular, de umbrales abiertos, negros, con más emblemas.

Buscando en su mente los identificó como Sigilos... Eran sellos de identificación de dimensiones mágicas... Cinco, un Sigilo sobre cada oscura entrada abierta. Desconocía sus significados, pero le interesó la variedad de diseños y que dominaba el rojo y el negro, los colores de la magia antigua.

Sin aviso, una luz tenue se encendió frente a Hermione, revelando una alta y pesada cortina negra que se abrió lentamente a los lados, invitándola a pasar.

La Gryffindor había reconstruido sola, las pistas para llegar, así que no se detendría al borde de saber.

Entró al recinto y a los pocos pasos se detuvo, porque una luz cayó sobre ella, descubriendo una mesa alta, pesada, donde yacía un grueso libro...

... un volumen grande, forrado de piel verde, escamosa, sin duda de serpiente, con incrustaciones de piedras rojas, otras negras, lanzando fríos destellos.

El Grimorio... se dijo la castaña.

El Grimorio del Mago de Niebla.

En el centro de la gruesa tapa verde destacaba un Sigilo.

Era el Pentagrama Invertido de la Llave, con emblemas más pequeños en sus vértices, en el sentido de las manecillas del reloj: Serpiente y Cáliz, Ojo Egipcio, Cruz Espada con Sierpe, Calavera con Huesos, y Cuervo. En el centro, el 4 de Júpiter.

Con una cerradura debajo.

Sin dudar, Hermione insertó la Llave de Pentagrama, que encajó fácil en el cerrojo.

La soltó, pues la llave se agitó con fuerza en su mano y enseguida giró sola, una vez a la izquierda, dos a la derecha, una a la izquierda y un giro completo con sonidos de clac-clac-clac.

Súbitamente el Grimorio se abrió, proyectando luz intensa y una corriente de aire.

El Grimorio había despertado.

Las páginas corrieron solas, velozmente, emitiendo luz que desconcertaba a Hermione, dejando escapar motas doradas en revuelo alocado.

A su espalda, uno de los umbrales se encendió.

Cuando Hermione volteó a esa entrada, en seco la torre se oscureció llevándose las motas de luz por un túnel... pero no solo la torre quedó borrada, sino también el mundo, el tiempo, y así la chica descubrió una luz ambarina, tenue, a la distancia.

La castaña siguió aquella luminiscencia, hasta que descubrió a una persona.

Era un hombre de cabellos largos, sentado en el suelo frente a un muro, donde en un altar pequeño ardía un cirio negro.

El desconocido no se percató de la presencia de la chica... Para él, Hermione no estaba ahí. Por eso ella se acercó un poco más, observándolo de costado: Era un muchacho que contemplaba la llama del cirio. Concentrado, casi hosco, pero destilando férrea voluntad.

Al tratar de ver mejor las facciones de él, la escena se borró y Hermione apareció en un páramo, de noche... Era una vasta planicie de árboles resecos, retorcidos, con montañas lejanas y con un camino de tierra, por el que se acercaba una figura.

Grimorio para tu almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora