Espejismos de Terciopelo

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-Herms está con Snape.

Pese a la magnitud de la escandalosa afirmación, nadie los oyó en el largo corredor cincelado con animales fantásticos, porque Harry y Ron caminaban solos, rumbo a una reunión con Sirius y Lupin.

-No lo sabemos, Harry –dudó Ron, no obstante estremecido.

Caminaban rápido, y aunque era de noche y a tramos no había antorchas, en los muros brillaban los graffitis de protesta que alumnos todavía sin identificar pintaban a diario desde antes de la caída de Umbridge.

Los dos amigos caminaban en tramos de oscuridad donde en las venerables paredes se leía: Libertad, No Podrán Con Nosotros y Muera la Cerda Rosa!

Algunos del estilo del último se referían a la odiada directora, pero no se había logrado borrarlos, sospechándose que era un truco de los gemelos Weasley.

Los graffitis, más los actos de resistencia pasiva ante Umbridge y el esfumarse de Jordan para crear una emisora a la que llamó simplemente Vigilancia, habían dado un sentido de rebeldía que prendió en muchos alumnos, nacida de las palabras de Hermione a Ron sobre el actuar, sin esperar.

Se habían dado situaciones anómalas, como cierto cariz agresivo que tomó el Ejército de Dumbledore, creado a instancias de la castaña en San Mungo la noche que desapareció. Eso, además de movilizar en su busca a la fuerza de aurores, entre otros interesados, no todos de fiar, como a los mortífagos. Se sabía que constantemente peinaban el Bosque Prohibido.

Harry pensaba que en esas búsquedas no participaba Snape. La verdad debía ser más tenebrosa.

También pensaba, al recorrer tramos de Hogwarts como ese por donde iban, para entrar a un pasaje a Hogsmeade, que en algunas horas andar por el colegio era como pasar por barrios muggles donde no te gustaba entrar de noche. E increíblemente el ambiente se debía a los propios alumnos.

Aquello de ser un poco malo de sentimientos al defenderte había mostrado ser eficaz. Umbridge acabó sintiéndose vigilada y no la pasó bien sus últimos meses. Sus decretos no dejaron de ser quemados pese a los castigos, ni cesaron las desobediencias, ni las flagrantes insubordinaciones. Crabbe y Zabini habían pasado semanas en el hospital debido a una emboscada en el Viaducto, de la que no se encontró a los responsables.

Y había quedado una suerte de mala costumbre en faltar a las normas, que incluso había dividido a la Brigada Inquisitorial, pues se sospechaba que Pansy Parkinson participaba en sabotajes a la autoridad del Ministerio y que Goyle escapaba de la influencia de Draco por la misma razón.

Los dos Gryffindor pasaron bajo un gran dibujo de medusa en el techo que rezaba NO DESPIERTEN NUESTRA IRA.

-No tengo pruebas –siguió el chico de anteojos–, pero todo tiende a Snape.

-Harry.

-Cuando quise hablar con ella me evadió. Debe estar con Snape. Aunque lo vemos en ocasiones por el colegio y lo haya interrogado Schacklebolt en persona. Es demasiado hábil para ocultarse.

-Harry.

-Y Herms cambiaba –insistió Harry-. Se transformaba, Ron. Era ella, pero de otra manera... Oscuridad, Ron, es lo que puedo decir, antes de irse se volvía oscura.

-¡Es lo que yo te dije! –Ron tronó.

El pelirrojo se detuvo, encarando a Harry, que suspiró de agobio, sabiendo lo que venía.

-Ron...

-¡No me expliques, Harry! –reprochó- ¡Te pedí apoyo cuando sentí que Hermione se involucraba en algo perjudicial! ¿No le dije estando tú presente, que coqueteaba con las Artes Oscuras? ¡Pero como siempre, no tomaste en cuenta mi opinión, claro, como soy yo quien lo dice!

Grimorio para tu almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora