33. Regreso.

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Ya llegaron al castillo, todo Hogwarts estaba alborotado y no entendían el por qué.

- Profesora, ¿Que está pasando? - pregunto Harry.

Mc Gonagall se dió vuelta con la vara en alto y con la mirada asustada.

- No solo lo escuchaste tu Potter, todos lo escuchamos - respondió temblorosamente.

- ¿A que se refiere? -

- Voldemort, está en camino -

Las piernas de Harry se volvieron tan débiles que por poco se cae.

- Vuelvan todos a sus salas comunes es por seguridad - exclamaba Snape. - Minerva, cómo jefa de la casa Gryffindor cuente cuántos alumnos hay y si faltan algunos - añadió.

Harry y Draco no se movieron, sus piernas no respondían y el miedo los invadía.

- ¡Draco! -

Se escuchó una voz familiar y el mencionado junto al pelinegro se dieron vuelta.

Lucius Malfoy venía corriendo hacía su hijo.

- Vámonos a la casa, acá no estás seguro - dijo firme.

El rubio miró a Harry con sus ojos inundados de lágrimas y aún tomados de la mano que ninguno las quería soltar.

- Harry viene conmigo - exclamó.

La confusión en la cara de Lucuis era evidente. Fruncia el ceño.

- No, andá vos, yo estaré bien, te lo prometo- el pelinegro trató de darle confianza a Draco.

Le secó las lágrimas que corrían por su rostro pálido y unieron sus labios sin pensarlo.

Se podían quedar horas así, los dos juntos sin miedo a nada porque los dos estaban juntos en todo, las lágrimas inundaron los ojos de Harry y estas cayeron por su mejilla y perdiendose cuando se dirigió a su mentón para así caer.

Podía ser la última ves que en su vida vería a Draco, o la última vez que haya visto a sus amigos es Hogsmeade.

Las lágrimas de Harry no era miedo a morir, si no miedo de que alguien muera por su culpa.

No sabía si esta noche viviría o moriría.

Por eso aprovecharía cada toque y beso de Draco.

El beso podría haber durado horas, si no fuese por Lucuis que separó a Draco de un tirón del brazo y dijo.

- Luego hablaremos de esto Draco -

- T-te amo Harry, te amo - dijo en un sollozo.

- Y- yo te amo m-mas - apenas pudo responder.

Sus manos no se soltaron hasta que crearon una distancia para que suelten.

Draco miraba a Harry con los ojos empapados de lágrimas, el pelinegro igual.

No sé dejaron de mirar hasta que el rubio con su padre atravesó la puerta.

- Severus, ya conté todos los alumnos - dijo la profesora Mc Gonagall agitada - pero faltan dos -

Eso a Harry lo puso en alerta y trataba de tranquilizarse cerrando los ojos y respirando profundo.

- ¿Quiénes son? -

Mc Gonagall no podía hablar, y por más que lo intentara sus palabras no salían de su boca, su mano que contenía una nota temblaba y su piel se puso pálida como la de un papel.

- Granger y Weasley - soltó.

Harry se pasó las manos por la cara frustrado y estresado.

Y las voces, los mareos, y el dolor en su frente volvieron, obligando a que se tire en el suelo por la energía que le consumía.

 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑙𝑖𝑐𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑢𝑛 𝑠𝑒𝑐𝑟𝑒𝑡𝑜 𝑏𝑜𝑛𝑖𝑡𝑜  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora