-diecisiete-

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Después de la odisea llamada escapar de Japón sin morir en el intento, los tres hombres lograron pisar tierras coreanas nuevamente con ayuda del universo, debían aceptar que habían sentido preocupación de que algo malo pasara durante el trayecto al aeropuerto y se habían movido con tanta discreción, que gratamente todo salió como lo planeado.

Han hasta sentía que podía respirar más tranquilamente apenas se bajaron del avión, los problemas que quedaban eran algo menor, esta vez no tenía la suficiente paciencia para soportar más líos, así que apenas se subieron a un taxi de regreso a la mansión, comenzó a sentir que su pecho se ponía pesado pensando en los chicos.

Sus ojos se volvieron sombríos, pidiéndole al chófer que cambiara la dirección del vehículo y fuera directamente a la mansión del grupo Lee, ya no podía hacerlos esperar más y con ojos fríos apretando la mandíbula se preparaba mentalmente para traerse consigo a Bangchan y Yangyang, fuera como fuera.

El viaje duró lo justo y necesario para que el ambiente en ese taxi se sintiera pesado, Minho que iba al lado del jefe miraba aquella expresión aterradora en silencio, creyendo que él realmente se convertía en un demonio cuando se trataba de personas importantes para él.

Han miraba por la ventana pero sus ojos se encontraban perdidos, estaba tan tenso sumergido en sus pensamientos como si en cualquier momento fuera a explotar, sensible ante cualquier tipo de intervención. Por ello los chicos que lo acompañaban guardaban silencio evitando hablar sobre el tema o todo terminaría mal.

Se bajaron rápidamente y pidieron el acceso a la mansión, que en un comienzo les fue negado ya que debían pedir autorización primero. Han comenzó a utilizar la fuerza de inmediato, no bastó mucho tiempo para tener a los guardias en el piso mientras abría la bendita puerta hacia el interior.

Sus pasos eran firmes y apretaba la mandíbula lleno de rabia queriendo matar al rubio de cabellos largos que se había atrevido a encerrar a sus chicos.

—Señor Han, calmese por favor—. Habló uno de los subordinados de Lee que llegó corriendo a su encuentro a penas lo vió irrumpiendo en el lugar.

—¿Dónde está Felix?—. Preguntó Han con voz sebera y lo miró con ojos intensos.

Han estaba realmente irreconocible, durante todo el tiempo en que estuvo en Japón, donde no dejaba de preocuparse por la situación de los chicos, de tener que guardar la calma para huir de ahí a pesar de estar herido y siendo uno de los traficantes más grandes de Corea que podía caer en la cárcel fácilmente si se descuidaba de la policía, estando en un país en el que no conocía cómo funcionaban las leyes.

Ahora todo aquello estaba explotando al mismo tiempo, toda esa tensión se volvían ganas de destruir a cualquiera, esta vez estaba en casa, no había nada ni nadie que pudiera detenerlo.

—Lo llevaré con él, por favor respire—. Respondió asustado el chico y Han sabía que él no era con quién estaba molesto, pero estaba tan alterado que le costaba contenerse.

Y cuando estuvieron a punto de entrar en la recamara de Felix, la puerta se abrió, dejando ver el rostro confundido de Hwang por todo el ruido que traía consigo Han desde que entró a la mansión. Apenas sus ojos se encontraron la mano izquierda del jefe tomó de la desagradable camisa blanca del rubio y con la mano restante empuñada le dirigió un golpe seco en la nariz del contrario.

El sonido se escuchó tan fuerte, que todos al rededor quedaron perplejos sin reaccionar y sólo lograron ver que la cabeza del rubio ser direccionada hacia atrás con fuerza.

Se pudo ver que los nudillos de Han habían cambiado a un color rosado, mientras que la nariz de Hwang comenzaba a sangrar con abundancia, golpe tras golpe que le propiciaba Han.

BE MY BOSS | hanknowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora