48. Niños enamorados

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Louise se levantó sintiendo una brisa en su piel. Se arropó más pero la esta no paraba. Abrió los ojos sin comprender porque el repentino viento interrumpía su sueño. Lo primero que vio fue la cortina color salmón moviéndose de atrás para adelante a causa del viento que entraba por la ventana abierta. Lo había olvidado por completo, la había dejado así después de que Matt se marchara. Se tocó el cabello asustado de que todo hubiese sido un sueño, y al no sentir su trenza, se alivió. Tocó el cabello corto acariciándolo sintiéndose una nueva persona, una más feliz y la más afortunada de todas. Sus mejillas coloraron y rio mordiéndose un labio. Finalmente fue a la ducha.

No podía dejar de mirarse al espejo, con el cabello corto, era extraño. Siempre se recordaba con una trenza increíblemente larga que le llegaba hasta las caderas. Se sentía orgullosa de haberlo hecho por ella misma y de que a Matt le hubiese encantado.

Tomó su mochila y su iPod al cual le había cargado ya la playlist que Matt le había hecho. Cuando abrió la puerta de su cuarto, recordó el amargo momento que había vivido gracias a su padre y a la idiota de su prima. Se mordió la lengua evitando gritar y prohibiéndose seguir insultando a dos miembros de su familia. Se colocó los audífonos blancos y acomodó sus gafas. Bajó cautelosa, ya no había nadie en el piso de arriba. Las puerta de los gemelos y Madeleine estaban abiertas.

Su familia estaba desayunando. Nate le decía a Mary que era demasiado chocolate el que le había puesto a sus waffles, que él los prefería con solo un chorro. Madeleine jugaba con una bola de plastilina mientras bebía café y tenía los auriculares puestos. El tío Harrison había salido a ver al señor que estaba encargado de la casa que se suponía había de haber sido terminado meses atrás y seguía en construcción. La Sra. Hudson y la tía Harrison cocinaban mientras William Hudson leía el diario como en las películas americanas.

Las pisadas de Louise llamaron la atención de todos. Se giraron a verla. Su madre dejó caer el plato repleto de waffles recién hechos, su tía tenía una gran "O" en su boca si fijarse que estaba vaciando el jugo en el suelo en vez del vaso. Mary gritó cuando Nate dejó caer el waffle sobre el plato de cereal que estaba por comer y Madeleine solo le miró con confusión quitándose sus amigos los audífonos.

-¿Louise? -su padre estaba demasiado asombrado.

-Me voy a la escuela. -respondió ella cortante, mirándolo fríamente. Eso le dolió al Sr. Hudson.

Durante 18 años, Louise, nunca, nunca, le había hablado de manera tan seca, fría e indiferente. Se sintió mal porque su nenita parecía haber desaparecido. Pero luego reaccionó, todo debía ser culpa de aquel muchacho tan entrometido, Matthew. Estaba destrozando a su bella hija, no podía permitirlo.

-No has desayunado nada. Regresa y come algo. -insistió su padre.

-No lo haré. -su voz se escuchó conforme salía de la puerta. El camión tocó el claxon indicando su llegada. Mary y Nate se pusieron de pie tomando sus mochilas. El Sr. Hudson también lo hizo y corrió hasta ella pensando en que Louise podría toparse con el chico rompe familias en el bus.

-No irás en autobús. -le dijo apuntándola con el dedo antes de que Louise pusiera un pie en el primer escalón del camión amarillo. -Sube al auto.

-No te escucho. -respondió la chica seca señalando a sus cómplices color blanco ahogando la voz de su padre en Wonderwall.

Le dio la espalda para subir por las escaleras. Los chicos le miraban asombrada. Naturalmente le harían caras, pero esta vez, nadie dijo nada. Louise se sentó en el lugar de siempre. Y sonrió porque estaba cambiando. Mary y Nate estaban por subir pero su tío los obligó a subir al auto. -Quiera o no, no va a irse en autobús.

❝F.E.A.❞ |matthew espinosa| EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora