59. Autores de una historia

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Louise cepilló su cabello sentada sobre su cama. Se tocó el cabello que estaba suave y sin ningún nudo aunque de cualquier forma era demasiado difícil que su cabello siendo tan lacio  y corto se enredase. Suspiró y se levantó para dejar el cepillo sobre el tocador. El día parecía estar precioso con el sol colándose por su ventana y el cielo despejado. Abrió el alhajero y sacó la cadena con el dije de un ancla grabada con sus iniciales, se la colocó en el cuello para después observarla a detalle mientras la acariciaba con sus dedos, le recordaba mucho a Jai.

—Te ves muy linda.

Louise alzó la vista para encontrar a su prima Madeleine con el cabello recogido en una coleta, unos baggies y una camiseta ancha y suelta color blanco. Maddie le sonreía débilmente y su rostro aún se notaba hinchado. Estaba abrazada a sí misma y frotaba sus brazos como si tuviese frío. No se veía muy bien. Louise le intentó  sonreír de vuelta pero había salido una mueca en su lugar.

—No te has puesto nada de maquillaje.

—Aún no soy muy buena con ello —respondió encogiéndose de hombros. 

Su prima se marchó de la pieza a los pocos minutos regresó con tubo de plástico color rojo. Se lo tendió a Louise y ella lo recibió con cierta extrañeza.

—Es un brillo con un color muy leve. Deja que te muestre —Madeleine le indicó que se sentara en la cama. Abrió el tubo y dejó ver una barra de un rojo cereza. Madeleine levantó su barbilla y con mucha delicadeza pintó los labios de la chica. Sonrió y al mirarla y le dijo: —Aguarda aquí, te hace falta un solo detalle.

Louise esperó con paciencia acariciando el ancla que colgaba de su cuello. Madeleine volvió en cuestión de minutos con una brocha y un extraño estuche negro. Su prima lo abrió y pasó la brocha un par de veces sobre el color durazno luego miró a Louise y le quitó las gafas para empezar a ponerlo sobre sus mejillas.

—En realidad no estoy segura de que eso me venga muy bien...mis mejillas lucen un poco...

—Perfectas —repuso la del cabello gris—. Era justo lo que faltaban. Un poco de colorete y ya estás lista —Madeleine tomó un espejo de mano que se hallaba dentro de un cajón del tocador y se lo dio para que ella pudiera verse. Louise sonrió levemente. Se sentía ridícula con todo aquello y más que parecerle que el reflejo que veía era hermoso pensaba en que él se reiría de ella. Su prima se puso a un lado suyo y le frotó el hombro. Todavía tenía mucho trabajo que hacer. Simplemente había días en los que el sol salía y todo parecía marchar bien, pero por dentro su interior no lo estaba, no se sentía bien. No le gustaba lo que miraba. Eran aquellas fugas en los parches en sus heridas que la hacían volver a la misma insatisfacción y rechazo. Pensó en tantas cosas al mismo tiempo que casi se mareó. ¿Por qué? ¿Por qué unas veces estaba bien y otras no? ¿Por qué tenía que importarle tanto lo de afuera cuando él le decía que todo su interior era hermoso? Era tan malditamente insegura que por un momento se le ocurrió que aquella maravillosa persona que era Matt para ella sólo era una ilusión, un teatro montado y dejó caer el espejo. Madeleine se exaltó por el ruido y miró atentamente a su prima. Sus mejillas estaban rojas y se denotaban más por el color que acababa de aplicar en ellas. Su semblante estaba serio, mirando un punto fijo y con los labios fruncidos. Tuvo un vago recuerdo de cuando eran chicas. Louise debía tener 11 y ella 12. Los Hudson estaban de visita en Denver. Cuando Madeleine salía al jardín ahí estaban, de las primeras "amigas" que le habían dado la espalda. Invita a tu prima, le decía su madre. Pero ella no quería, le daba pena salir con Louise la niña de las trenzas y las faldas feas. Está ocupada jugando ridiculeces con Nate y Mary, había respondido ella. No te pregunté, fue un orden; Llevarás a Louise contigo y se acabó. Y lo siguiente: su prima llorando en los columpios de lo que solía ser su jardín. Siempre se avergonzó de ella, de Louise. No se dio cuenta que lo único que había hecho era fomentar su inseguridad y rechazo. Siempre supo de alguna manera que Louise no se quería. Constantemente la había atrapado evitando los espejos y aguardando con la cabeza gacha o metida en un libro. Con audífonos puestos y diciéndole no a las fotografías familiares. Pero nunca se detuvo a preguntarle si podía ayudarla y muchos se preocupó por cómo se encontraba porque nunca le quiso hasta el momento en que dejó ir a Matthew y perdonó a todo aquel quien creía le hacía daño. Louise no tenía la culpa de que su madre le reclamara por no ser más aplicada en la escuela, tampoco tenía la culpa de que las estuvieran comparando desde el momento en que nacieron y mucho menos era culpable de su infelicidad. Nadie era más culpable que ella misma al dejar que las críticas de sus padres la influyeran tanto. Su pecho experimentó otra punzada.

❝F.E.A.❞ |matthew espinosa| EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora