57. Una flor y un millón de sueños.

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Pasó un día, dos, y así tan rápido llegó el viernes 27. Tres días sin escuchar su risa escandalosa, sin ver su radiante sonrisa con su centellante mirada. Nada.  Matthew seguía sumido en un profundo desconcierto. Estaba perturbado, la escena de su novia besando a uno de sus amigos regresaba a su cabeza casi todo el tiempo y parecía soñar despierto con eso. Era como si las heridas de antes se volvieran a abrir, las que hicieron que perdiera su confianza en las chicas. Como si la vida no dejara de atorméntalo. Recordaba cómo había quedado su corazón. En el suelo, aplastado y desangrando de amor por una chica que lo había utilizado para burlarse de su hermana. Ahí, sufriendo durante un largo rato. Las costuras que habían cubierto sus heridas, su miedo...se habían roto, habían escapado como el aire al pinchar un globo.

Durante el almuerzo se sentó solo, apartado de todos. Su ánimo hacia decaer a todos. Louise miraba de lejos con sus labios curvados abajo y su respiración fuerte. Abigail le lazó una mueca a pesar de que Louise no la veía y sobó su espalda dándole su apoyo.  Madeleine sonrió maliciosamente decida a acercarse, pero Lorna la divisó con tiempo y se apresuró junto con Claudia y Silvia para interponerse en su camino. Hubo un gran estruendo en el comedor. Madeleine cayó al suelo, como ellas tres. El impacto provocó que la comida de cuatro bandejas quedara regada por todos lados. El cabello azul se puso de pie quitándose con brusquedad los restos de comida que había sobre ella asqueada. Su cara solo mostraba completa repulsión y enojo inclusive cuando se volvió hacia las otras tres.

— ¡Deberíamos caminar con más cuidado! —se rio sarcástica Lorna.

— ¡Hemos causado todo un desastre!  Discúlpanos preciosa Madeleine.

En ese momento, Jack J pasaba casi enfrente de la escena, su mirada y la de la peli azul se juntaron. Ella le pidió ayuda, él se quedó pasmado. Inmóvil, sólo mirándola. Pero su mente le gritaba que tenía que reaccionar y miró a Lena que entraba a la cafetería riéndose con Becka y City. Su sonrisa nunca había estado más deslumbrante, jamás la vio tan risueña. Sonrió con las mejillas coloradas al atraparse pensado en ella. Olvidándose de Madeleine siguió su camino cohibido de ser rechazado en el grupo. 

Maddie indignada, rodó los ojos y gruñó: —Vaya que deben hacerlo, brutas —se dio la vuelta y fue por otro rumbo. Las tres se miraron y estallaron en risas, las pocas que todavía estaban felices.

Había dos mesas. Una donde los chicos y otra donde las chicas. Pero cada una de ellas intercambiaba miradas en diversos momentos, provocando desaires o sonrojos. Becka miró con atención a Taylor. Él aparentaba estar feliz, se reía con el resto de los muchachos y sus dientes blancos le provocaban ganas de reír también. Su bandana era color azul y su pelo estaba un poco más desordenado aquel día. Su piel parecía estar más bronceada y espléndidamente radiante. Lo miró varios minutos sin que él le devolviera la mirada. Luego cerró los ojos e imaginó que la miraba con sus ojos marrones y le sonreía coquetamente. Si miró hacia abajo. La ropa negra había desaparecido y llevaba un vestido blanco suelto. Pero no se molestó. Le tomaba la mano y la hacía correr por hierba fresca. Ambos descalzos y el casi en una puesta de sol. Olía delicioso. Sus risas era todo lo que se escuchaba. Corrieron y corrieron. Sin rumbo alguno, era lo único que anhelaban en ese momento. ¿Era un paraíso? ¿Así era éste? Miraban como el sol comenzaba a bajar poco a poco, él le acarició los brazos que estaban fríos por el viento. Becka se mordió el labio sonriendo.

«— ¿Qué te gusta de mí?»

Se sonrojó y erizó la piel.

«—Todo, todo me gusta Taylor.»

— ¿Becka?

Abrió los ojos de sopetón. Sus amigas le miraban con rostros cómplices y descaradamente coquetos. Mierda, había pensado en voz alta. No había sido más que un sueño, un deseo. Se avergonzó removiéndose incómoda en su asiento sin saber que responder. Tan sólo pidió perdón suspirando y bajó la vista hacia su fruta, no sin antes verle una vez más. Él ya la habría superado, seguro. Por eso no la miraba como antes. Tal vez, lo de Louise no había hecho sino hacerle entender a Taylor que no funcionaría nunca.

❝F.E.A.❞ |matthew espinosa| EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora