❝F.E.A.❞ |matthew espinosa| EDITANDO

56. Gente hermosa

Sintió que se despegaban de ella los labios de Johnson. Y abrió los ojos para comprobar si había perdido la cabeza o realmente había escuchado todo aquello salir de los labios del muchacho rubio. No había podido quitarse para evitar que la besara, fue tan rápido e imprevisto para ella, además, hubiese sido egoísta y claramente se había compadecido del dolor que había causado a aquel chico a quien había catalogado como uno verdaderamente necio y egoísta, superficial y de poca sensibilidad. Se sentía más que estúpida por haber volverse equivocado; por haber tropezado con la misma roca que intentaba siempre quitar del camino de los demás: el prejuicio. Que tonta que era. Tal cual Elizabeth Bennet al juzgarle mal a Darcy. Peor aún, ella había formado parte del tormento que veía siguiéndole a él desde años atrás. Dominada por el miedo, había huido de la primera persona que la había encontrado hermosa, que no había hecho nada que debía ser castigado, tan sólo se había enamorado de ella y era una lástima que no lo recordara tan bien detallado como él, su corazón hacía muchos años, se hubiese sentido menos vacío, pero ella lo había olvidado, ella misma se había clavado el cuchillo de la soledad en el amor.

Miró que Jack estaba frente ella con los párpados todavía cerrados y su respiración estaba serena, a un solo ritmo.

—Gracias —le dijo sereno—. Has empezado a curar una herida de todas las que tengo dentro de mí —abrió sus ojos dejando ver que estaban brillantes, había en ellos una pizca de ternura, casi podía respirara el alivio que sentía su viejo enamorado.

Ella asintió torpemente y tragó saliva. El gemido de Lena sobre exaltó a ambos haciendo que ella y Jack voltearan bruscamente. Lena estaba más que envuelta en lágrimas y Matthew estaba junto a ella, impávido, con la vista perdida y su semblante dolido. Lena negó con la cabeza y sin decir más se echó a correr sin rumbo alguno. Tan sólo quería escapar de allí. Jack miró a Louise y ella se encontró otra vez con sus ojos verdes. Ya no parecían tener ese color oscuro, como si todo el rencor hubiese empezado a desaparecer dentro de él.

— ¿Necesitarás que hable con él, o piensas que es mejor que vaya detrás de ella?

—Sí la dejas ir una vez más, se romperá en mil trozos de cristal.

Jack asintió y se puso de pie tranquilo y seguro de lo que iba a hacer. Miró una vez más a Lou y le dijo casi susurrando: —Lamento siempre ser un problema para ti —suspiró—. Primero he intentado que Madeleine se quedara con Matthew y ahora yo he mismo he logrado lo que ya no quiero. Separarte de él.

Se dio la vuelta y se apresuró a salir corriendo de la habitación. Le pasó de largo a Matt pero éste no hizo ningún movimiento, sólo se quedó ahí, de pie y mirando a la nada tratando de querer pensar que estaba loco y sus ojos le habían mentido aunque era evidente que no se trataba más que de la misma realidad que le pedía a gritos que se bajara ya de la nube de amor en la que se había sentido en las últimas dos semanas. Louise se puso de pie con la mirada gacha y al borde de las lágrimas. Pero estaba cansada de llorar, harta de lastimar a quien le ayudaba y comprendiendo que ella era la única que podía solucionar esta vez las cosas. Se puso frente a él. Buscó su mano para tomarla, sin embargo, Matt la quitó y escondió detrás de su espalda como un nene enojado con sus padres. Él apretó la barbilla y luego ella asintió. Sabiendo que estaba más que dolido, no derramó más lágrimas, sólo cerró los ojos y evitó que salieran. Llorar no la llevaría a ninguna parte, ella no era la víctima. Louise estaba convencida de que no había traicionado los sentimientos que él le inspiraba, tan sólo intentaba enmendar lo que había hecho 10 años atrás. Un beso no iba a cambiar todo lo que Matthew provocaba en ella al verla a los ojos, al tomar su mano y al creer en ella, al verla como a ella le costaba verse, al hacerla reír y al abrazarla con el amor a flor de piel. Después de tanto tiempo, de tanto esperar, no iba a dejar derrumbarse todo lo que había costado construir ese rascacielos de amor.