41. Química del Amor

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Matt cerró el casillero y suspiró mientras recargaba su espalda contra él. Viernes 13 de Febrero. Faltaba un día para San Valentín y no estaba muy emocionado por celebrarlo con su novia. Era extraño pensar que llevaba ya un mes con ella. No le parecía algo victorioso, sino más bien, vergonzoso y sin escrúpulos. Ese repentino impulso por intentar arrancar sentimientos que ya estaban lo suficientemente arraigados dentro de él como para desaparecer tan rápidamente lo había llevado a perderla, sí, perder a la chica una vez más. Y seguía cometiendo error tras error, alejándola de él cada vez más, siempre metiendo la pata. Y el corazón dolía. Ahora se torturaría pensando en la gran sorpresa que suponía Jai iba a hacerle a Louise.

Ver tanto amor y felicidad lo asqueaba, además, ni siquiera llevaba algo para Maddie. Estaba seguro que ella se sentiría enojada o triste pero ya no podía hacer nada. La escuela se llenaba de colores como el rojo y el rosa. Globos, rosas, chillidos de emoción, dulces, chocolates. Todo feliz, bello, increíblemente dulce. Qué asco, decía él.

Entonces vio que Louise cruzó la puerta. Por inercia sonrió. Había recogido su cabello en una coleta y esta tenía un moño color azul pastel. Se veía bien. Se veía Lou. Hasta que la sonrisa se le borró cuando vio que Madeleine venía justo detrás de ella. Maddie corrió hasta él, parecía muy emocionada, más en cambio Matt se sentía demasiado incómodo. Se rascó la cabeza e hizo una mueca, que por suerte Madeleine no pudo notar. Ella le abrazó por la cintura y luego le besó los labios. Los besos sabían amargos, sin emoción...sin vida alguna. Y es que no somos los que mandamos al corazón, no puedes obligarte a querer algo que no quieres. El amor, el querer, el enamorarse tiene que venir de ti, tiene que venir espontáneamente, debe nacer como una pequeña semilla. El amor nunca será un soldado que sigue órdenes, es un rebelde que rompe barreras.

Y él estaba rompiendo todas sus barreras mientras seguía cayendo por Louise, cayendo en un profundo sentimiento. Un sentimiento prohibido para ambos, porque también existía el honor y el respeto por la pareja y Louise no parecía necesitarle demasiado, aunque ella sí lo quisiera.

-Gracias. -sonrió apenado cuando Maddie le entregó la bolsa de regalo. Tenía un globo de gas y una tarjeta. La abrazó y besó, por obligación, otra vez. ¿Por qué tenía que ser tan cabezota? Le dijo a la peli azul que esperara hasta mañana, en el baile, para ver su regalo. Regalo que ni siquiera había considerado.

Louise, en cambio, sentía que mil cuchillas se le encajaban en todo su cuerpo mientras miraba a lo lejos la escena. Ella también quería darle algo a Matt. Que él le sonriera y la besara. Tenía que dejar de divagar sobre el sabor de sus labios. Estaba mal, estaba mal mentirle a Jai, a sí misma. Estaba mal engañar al corazón. Tenía las manos frías y su corazón se aceleraba. Louise nunca asistía el día de San Valentín a la escuela. En este caso no era 14 de febrero, pero la escuela quería celebrarlo además de que habían organizado el baile para el día sábado 14. Se había demorado toda la tarde haciendo el regalo para Jai. Debía ser grande y especial, porque el corazón de ese muchacho era uno de los más grandes que había visto en toda su vida. Aunque tal vez nunca podría corresponderle de la misma forma, se sentía decepcionada de sí misma.

Alguien tapó sus ojos con suavidad y sonrió. Las manos de Jai las reconocería en cualquier lado. Eran tan cálidas y suaves. Él se acercó a su mejilla y la besó con ternura. A pesar de todo, Louise seguía sonrojándose cuando él la besaba porque aún no estaba muy acostumbrada al contacto, al cariño. Lou rio por debajo.

-Ya sé que eres tú. -le dijo sin dejar de sonrojarse. Jai rio y quitó las manos de sus ojos. Louise se giró para entregarle la caja perfectamente envuelta con un moño verde sobre ella.

-No puedes abrirla hasta mañana. -le apuntó con un dedo. Él volvió a reír y le acarició la mejilla.

-No te prometo nada, pequeña. Pero haré mi mejor intento. -La tomó de la barbilla y la besó con ternura. Luego de separarse le entregó sonrió juguetón, entraron por la puerta sus otros cuatro compinches: James, Daniel (Skip), Beau y Luke. Todos sostenían una caja, con un gran moño. En la tapa tenía tres globos de gas en forma de estrellas, todas color azul pastel.

❝F.E.A.❞ |matthew espinosa| EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora