Terribles confesiones

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Dos meses después de la huida de Luciana, me encontraba en el bungalow relajándome tras haber disfrutado una noche de fiesta en la caverna, cuando tocaron a la puerta con sendos golpes. Se trataba de Nevada indicándome que el comandante tenía urgencia por hablar conmigo. Transcurridos unos minutos me encontraba frente a él.

-Te tengo noticias. Han logrado ubicar a Luciana. Se encuentra viviendo en un departamento a las afueras de la ciudad -dijo entregándome una tarjeta con la dirección.

Mi primer impulso fue el de salir corriendo a encontrarme con ella, sin embargo, el comandante me detuvo.

-Debes saber que no se halla sola. Está viviendo con un hombre.

Sentí cómo la sangre me bombeaba con fuerza en las sienes. No había imaginado ese escenario y moría de irritación al pensarla en brazos de alguien.

-Hay dos soldados apostados afuera, esperan tus órdenes para actuar.

-Diles que no se muevan de ahí. Salgo ahora mismo hacia allá.

-Cuentas con mi consentimiento para actuar como consideres pertinente -dijo prediciendo mis deseos-. Deberías considerar llevar contigo a Darío.

-Así lo haré -le aseguré antes de ir en busca de ella.

Comprendí que me autorizaba cometer un crimen en caso que lo creyera necesario.

En el camino, Darío hacia inútiles intentos por tranquilizarme. A medida que pasaban los minutos sentía una imperiosa necesidad por llegar hasta el departamento imaginando todos los escenarios con los que podía toparme, intuía que lo que me esperaba en ese sitio no sería nada sencillo de manejar.

Poco antes del anochecer el coche se detuvo frente a un edificio de cuatro niveles.

Identifiqué a los soldados apenas los vi. Uno de ellos se acercó hasta mí con sigilo.

-Se encuentran en el tercer piso -me informó

Permanecí petrificado sin saber qué hacer. Esperaba lograr controlar mis más bajos impulsos al tenerla frente a mí ya que sentía una irá irradiando desde el fondo de mis entrañas.

-Subiré contigo -me indicó Darío.

-Será lo mejor -acepté.

Recorrí los escalones haciéndome consciente a cada paso que sería necesario usar la fuerza para llevar a Luciana conmigo. Por supuesto desconocía la identidad del tipo que la acompañaba, pero eso no era lo que me agitaba, lo que en realidad temía, era que en caso que se desatara una disputa entre nosotros ella saliera lastimada por mis propias manos. Era tal la furia que percibía que me sentía capaz de agredirla para descargar mi rabia.

Darío fue el encargado de derribar la puerta valiéndose de la fuerza. Entramos en tropel descubriendo a Luciana y a su acompañante sentados a la mesa. Tras el alboroto Luciana soltó un grito desgarrador poniéndose de pie. De inmediato me percaté que el chico no rebasaría los veinticinco años. Analizando su complexión calculé que dominarlo sería un juego de niños.

Luciana se abalanzó contra mí encajándome las uñas en la cara. Tal como me temía y sin poder evitarlo le atesté una bofetada que la mandó de espaldas contra un muro dejándola aturdida. De inmediato Darío se interpuso en mi camino para evitar que arremetiera en contra de ella. La ayudó a incorporarse y tras certificar que se encontrara bien me miró con la interrogante en el rostro.

-Llévala abajo -le indiqué.

Estuvo a punto de lanzarse de nueva cuenta hacia mí a lo que Darío reaccionó inmovilizándola por la espalda. De no ser por su pronta reacción con seguridad la hubiera repelido con violencia sin pensar en las consecuencias.

Sobreviviendo a tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora