Sinfonía de un ángel

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El cuerpo de Gastón Curiel yacía cobre un charco de sangre; tenía tres tiros en el tórax y uno más en la cabeza, signo inequívoco de un ajuste de cuentas.

-Tu única misión era vigilar estrechamente a Curiel, y no has logrado cumplir con tu objetivo -gritaba Julián Cantú a punto de la histeria -. Lo asesinaron afuera de su oficina. Me puedes decir ¿qué haremos ahora? Nuestra sociedad con la constructora se está tambaleando y sin ellos no podremos blanquear nuestras entradas. ¿Dónde te metiste anoche mientras rellenaban a Curiel de plomo?

Mi cabeza se encontraba vacía, por supuesto no podía revelarle sobre mis encuentros con Luciana; el que el comandante supiera sobre su presencia en México la pondría al filo del peligro y eso era lo último que deseaba.

-Déjame solucionarlo, comandante. Estoy seguro que encontraré la forma de que nuestra sociedad sea respetada.

-Como no sea resucitando a Curiel no veo cómo lo lograrás. Esa sociedad estaba apuntalada sobre su cabeza y ahora todo está jodido.

Lo que más temía en esos momentos era sufrir la ira de Julián; si decidía darme castigo sepultándome en el calabozo era probable que las cosas con Luciana se enfriaran y eso no me complacía.

-Necesito moverme, hacer la inteligencia del resto de los miembros de la junta directiva; confío en que algo conseguiré con alguno de ellos.

-Es urgente que investigues de dónde ha salido ese ataque, quien mató a Curiel seguro descubrió nuestros negocios y eso lo convierte en mi enemigo. Encuentra al que hizo esto y tráelo a mi presencia.

Su sentencia me daba unos días de respiro; por supuesto era preciso que pusiera todo mi talento en descubrir al responsable del asesinato y encontrar la manera de conservar la sociedad.

La noticia no tardó en llegar a oídos de Armani quien no dudó en hacer escarnio de mi suerte.

-Leoncito, tienes cara de estar sufriendo -dijo cuando abandoné la oficina de Cantú.

-¿No tienes nada mejor que hacer?

-Molestarte es mi pasatiempo favorito, pero eso ya lo sabes. Tu objetivo está muerto, tal como lo estarás muy pronto si no encuentras una solución.

Y entonces lo supe. Esta vez Armani había ido demasiado lejos y no estaba dispuesto a pasarlo por alto.

-Fuiste tu ¡Maldito infeliz!

-No tienes forma de probarlo, mi querido león herido. Mi hermano no creerá ni media palabra que salga por tu boca, mi coartada es firme, así que, de nueva cuenta, no tienes nada en contra mía.

-Pagarás muy caro cada una de tus afrentas, maldito bastardo.

-Deberías tomar clases de manejo de ira, no te sienta nada bien ese color pálido en tu rostro.

-Te juro Armani, esta es la última que me hiciste. Tu fin está cerca y pronto bailaré sobre tu tumba.

-Debes trabajar más a fondo en tus amenazas, tu carácter se está debilitando.

-Tu puto tiempo se acabó. Será necesario que te valgas de un ejército para contenerme porque voy a llegar a ti y no sabes cómo gozaré haciéndote pagar.

-Veremos quién cae primero -soltó antes de marcharse.

Esto era más de lo que podía soportar; con el asesinato de Curiel, Armani no solo me hacía daño a mí, arrastraba a su paso a la organización; sin una fachada como la de la constructora lavando el dinero que obteníamos con el tráfico de drogas era muy probable que la DEA entera se nos echara encima. Ahora creía más que nunca en las palabras de Cantú: nuestros días estaban contados.

Sobreviviendo a tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora