Llegué hasta la hacienda Los Sicomoros, antigua propiedad de los hermanos Urriaga en Tamaulipas. Se encontraba rodeado por campos destinados a la ganadería y una extensa zona dedicada para tierras de cultivo. Sin duda, un inigualable paraíso para disfrazar las actividades que ahí se llevaban a cabo.
Para esas fechas era administrado por Fermín Osuna. Él fue quien se encargó de recibirme con cierto recelo acerca de los motivos de mi llegada.
—¿Cantú no está satisfecho con mi labor? De otra manera no me explico tu presencia en este sito.
—Si Cantú no estuviera conforme con tu desempeño en este momento no estaríamos conversando. Mi propósito al estar aquí consiste en apuntalar la plaza. Nada tiene que ver con tu labor que, dicho sea de paso, funciona como una máquina perfecta. No vengo a fiscalizar tus acciones, digamos que me convertí en persona non grata para la organización.
—Me ordenaron que asignara una habitación para ti en la casa de seguridad. Es una propiedad no tan lujosa como la caverna, pero de seguro te sentirás muy a gusto aquí. Busca a Rita —agregó antes de marcharse—. Ella te dirá qué habitación puedes ocupar.
Las órdenes de Cantú habían sido cumplidas de inmediato. Un par de horas después de mi altercado en la caverna, Darío me informó que debía exiliarme en Tamaulipas donde permanecería de manera indefinida.
El lugar era zona caliente. Los últimos acontecimientos para derrocar a Urriaga la mantenían en un constante conflicto armado debido a los ataques de un par de grupos de combatientes por recuperar la plaza. La ambiciosa guerra por el territorio había iniciado.
Mi labor consistiría en contener los intentos de saqueo que sufrían los camiones donde se transportaba la mercancía lista para cruzar a Texas. Contaba con un numeroso equipo de soldados pertenecientes a la zona que formaban el grupo de choque para detener al enemigo. Sin duda, una labor lo bastante comprometida que ponía a cada segundo mi vida en peligro, en evidencia, riesgo calculado por Julián Cantú.
Desde mi óptica, el principal propósito al haberme enviado a la frontera residía en proteger a Armani de un inminente ataque de mi parte. De cualquier modo, confiaba en que la distancia me serviría para dejar de lado la terrible experiencia que pasé al lado de Luciana, de quien ignoraba cuál había sido su destino, para ser honesto, eso resultaba ser lo que menos me importaba.
Por supuesto que no tenía planeado otorgarle el perdón a Armani; estaba seguro que de una manera u otra terminaría cobrándome todas sus afrentas tarde o temprano, pero ese era un tema que solucionaría llegado el momento.
Mi habitación tenía una vista única hacia las colinas, desde ahí alcanzaba a observar al ganado que para esas horas se encontraba pastando en las lejanías de la hacienda.
El humo de la leña ardiendo inundaba la zona penetrando cada rincón con su aroma y eso me agradaba. Al cabo de dos días de llovizna intensa se desprendía un olor enmohecido, la corteza de los árboles se reblandecía adoptando un color verdoso que bañaba de humedad el ambiente.
Cumplidas dos semanas desde mi llegada, había dominado los movimientos de la hacienda. Mi actividad comenzaba cuando estábamos en espera de algún cargamento. Osuna se encargaba de monitorear los camiones y cuando ingresaban a la detectada como área de peligro, me alistaba para entrar en acción junto con el convoy de soldados para resguardar la mercancía y si era necesario, repelíamos los intentos de ataque disparando en contra de cualquiera identificado como sospechoso que se acercara más de la cuenta.
Los días que no debía brindar resguardo al cargamento, por decisión propia me dedicaba a cuidar del ganado. Hernán era el responsable de las manadas; se había encargado de instruirme en la manera que debía cuidar de ellas y pronto comencé a hacerme cargo de la atención de los caballos y las vacas. Trabajaba de sol a sol y de esa manera en ocasiones mantenía mi mente despejada. Jamás imaginé que una actividad como esa pudiera satisfacerme de tal manera, en verdad disfrutaba a más no poder estar rodeado de la naturaleza y los olores del campo.
ESTÁS LEYENDO
Sobreviviendo a tu amor
RomanceLeonel Medina es un sicario despiadado; por sus venas corre la sangre de un asesino que no se tienta el corazón para cometer los más atroces crímenes. Sin imaginarlo, encuentra el amor donde menos se lo espera, no obstante, el destino se encarga de...