Máxima intimidación

35 2 0
                                    



Como de costumbre, cada que abandonaba el bungalow me cercioraba de dejar bien cerrada mi habitación ya que, como un antiguo hábito, solía guardar un revolver bajo mi almohada. Sabía que tenía que ser muy cuidadoso al respecto ya que conociendo los alcances de Luciana no me sorprendería que de encontrarla intentara usarla para atacarme.

Antes de salir para reunirme con el resto del grupo, Luciana corrió a mi encuentro, en apariencia, ondeando la bandera de la paz.

-Quiero pedirte algo antes de que te vayas.

-Si está en mis manos, cuenta con ello.

-Necesito salir. Dejé mi violonchelo en Londres y ya que piensas mantenerme en este sitio, requiero uno para hacer más llevadero el encierro.

-Descuida, yo me encargo. Hoy mismo contarás con el.

-Déjame salir -suplicó con docilidad-. Tú no sabrías cuál comprar. Mándame con un escolta, así estarás seguro que no intentaré huir.

-¿De verdad crees que haría algo tan estúpido? Lo tendrás esta misma tarde. Y en cuanto a mis conocimientos sobre la materia supongo que con adquirir el más costoso será suficiente.

Era evidente que el no obtener lo que pretendía no le sentaba nada bien. Tras hacer una mueca de insatisfacción y murmurar algo parecido a imbécil entró en su habitación cerrando la puerta con un golpe.

De manera deliberada dejé sobre la cubierta de la cocina el celular que le había confiscado. Si Franz seguía mis instrucciones, cuando Luciana se comunicara con él se encargaría de decirle lo que yo le había ordenado y con seguridad no demoraría en enterarme.

Camino a la oficina de Julián me topé con Darío. Desde que había colaborado conmigo para recuperar a Luciana no habíamos tenido la oportunidad de platicar al respecto, de tal modo, aprovechamos el trayecto para hacerlo.

-¿Cómo van las cosas con Luciana?

-Trato de controlarla, pero no es sencillo. Es una mujer muy obstinada.

-Es brava. Debes tener cuidado con sus inclinaciones; sé que para ti es muy importante su seguridad y considero que tienes que permanecer pendiente de ella si no quieres que cometa una estupidez.

-¿Estás intentando decirme algo en concreto?

-Solo te digo que no pierdas de vista lo que te expongo. Mantente atento.

Me vi forzado a dejar para más tarde el indagar si su advertencia llevaba un propósito preciso ya que nos encontramos con Armani en la antesala de Julián que ya esperaba por nosotros.

La intención al habernos reunido consistía en informarnos sobre la necesidad de meter en circulación grandes cantidades de dinero ya que, como producto de los exitosos negocios de la organización, cada vez se hacía más difícil limpiarlo debido al volumen que ingresaba.

Julián se había dado a la tarea investigar un par de compañías que podían servirnos para cumplir con ese plan. De manera evidente, nos valdríamos de los métodos que solíamos practicar para persuadir a los empresarios de colaborar con Cantú.

Se me asignó la misión de averiguar los hábitos de Gastón Curiel, propietario de una de las constructoras más importantes del país. Su empresa gracias a las relaciones que mantenía con los políticos más influyentes, era la que conquistaba las licitaciones más remunerables a nivel gubernamental, así que conseguir que aceptara una sociedad con Julián, resolvería en gran medida el conflicto de lavado de dinero.

Tenía la consigna de exponerle las intenciones del comandante de colaborar como socio capitalista con su constructora, sin participar en la gestión de la compañía, por supuesto. Convencerlo no sería labor sencilla, por lo tanto, me dispuse a reunir tanta información como me fuera posible para poder coaccionarlo.

Sobreviviendo a tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora