La delgada linea roja

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Mi misión en la frontera se extendió por espacio de diez días. Es fácil adivinar que la incertidumbre era el pan de cada día. Había tomado la decisión de no monitorear los movimientos de Luciana, me parecía una locura permanecer en constante estado de alerta cada que me encontraba lejos, así que decidí correr el riesgo.

Para mi tranquilidad, a mi regreso no encontré ningún inconveniente, todo marchaba como hasta antes de mi partida.

Más calmado al constatar que las cosas permanecían en perfecto orden, tras un breve saludo dirigido a Luciana me reuní con Julián en su oficina. Contrario a lo que esperaba, ya que cada que reportábamos una misión se reunía el primer cuadro, se había hecho acompañar solo por Armani.

-Tenía en mente que hablaríamos de la misión -comenté al entrar.

-La carga cruzó la frontera sin contratiempo alguno ¿no es así? -preguntó Julián.

-Sí, es correcto.

-Es todo lo que necesito saber. Los he citado aquí porque es preciso poner un alto a sus constantes ataques. Si se empeñan en seguir destruyéndose el uno al otro, todos terminaremos hundiéndonos.

-¿Iremos a terapia de pareja?

-Adoro tu sarcasmo, Armani, pero te recomiendo que lo dejes fuera si no quieres sufrir las consecuencias -sentenció Julián.

-Es preciso que sepulten sus constantes agresiones o tendré que tomar este asunto entre mis manos.

-Comandante, en varias oportunidades he tratado de trasmitirte los ataques de los que he sido objeto por parte de Armani.

-Y en la última ocasión, estuvimos de acuerdo en que si no contabas con pruebas que sustentaran tus palabras debías anular tu juicio.

-¡Vamos, Leonel! -exclamó Armani-. No soy el responsable de toda la mierda que cae sobre ti. Son tus propias acciones las que te estallan en la cara. No puedes someter a una mujer que no desea estar a tu lado esperando no tener consecuencias adversas.

-¡En mis asuntos no te metas! -le exigí-. Acepta de una vez todas las maneras en las que has actuado. Tu débil imitación de hombre inocente no convence a nadie.

-¡No convertirán esto en un circo de tres pistas! -gritó Julián- Paren esta maldita guerra. Estamos en un punto sin retorno. Me queda claro que no tienen sentido del honor, pero sí de supervivencia. Bajen las armas o me veré obligado a prescindir de uno de los dos por el bien de la organización.

Entendía lo que eso significaba. Su veredicto llevaba implícito mi nombre y sentir en todo momento que mi cabeza rodaría comenzaba a cansarme. Por lo tanto, intenté salir de esa situación con un mínimo daño.

-¿Quién cargará con las consecuencias? -preguntó Julián.

-No habrá más contiendas de mi parte -contesté.

-Es lo mejor que puedes hacer, Leonel -intervino Armani-. No debes correr riesgos innecesarios. Deja de culparme por todo lo que te sucede y no habrá ningún problema entre nosotros.

-Muy bien -concluyó Julián-. Dejen de lado las hostilidades y comiencen a relacionarse como gente civilizada. Entiendo que tenemos un acuerdo. No lo rompan.

Más que una junta de avenencia, acababa de presenciar mi sentencia de muerte. A partir de ese momento era preciso que mantuviera un perfil bajo para salir del perímetro del comandante. Debía dejar de lado mi venganza, sin perder de vista que tarde o temprano encontraría la manera de que Armani recibiera su merecido.

Pocos metros antes de llegar al bungalow, Armani me dio alcance sobre el camino. Quitándose la careta externó lo que en realidad tenía en mente.

-Linda velada, ¿no te parece?

Sobreviviendo a tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora