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No podía creer lo que estaba viendo. No podía creer lo que estaba escuchando. No podía creer nada de esto.
Stefan me había contado todo de principio a fin. Había empezado cuando él y su hermano conocieron a una tal a Katherine Pierce, quien era idéntica a Elena y era... Un vampiro.
Al igual que el y su hermano.
Dios, de verdad no podía creer todo esto.
Me habló sobre el engaño de Katherine, me contó sobre el daño que la verbena le hacía a los vampiros y prometió darme de esa planta para protegerme. Me contó sobre lo que había hecho su hermano, Damon, y el por qué se había visto obligado a encerrarlo en el sótano, me contó que también existían brujas, sobre que no sé quemaban con el sol gracias a un anillo y demás... Me contó todo.
Lo que Stefan me contaba sonaba a esas clásicas historias que les contaban a los niños para asustarlos. Es decir, ¿los vampiros eran reales? ¿Las brujas lo eran? ¿Acaso también eran reales los zombies? Esto era una locura.
Mi cuadrada mente no quería dejarse engañar por las palabras del castaño, pero a la vez, si lo veía desde otra perspectiva, todo lo que me contaba le daba una explicación a lo extraño que había estado el pueblo desde hace un tiempo.
— Por favor, tienes que prometerme que guardaras el secreto... — pidio una vez terminó de contar, yo lo mire incredula.
— ¿En serio estas pidiendome eso? Ni siquiera se si lo que dices es cierto. — replique, a la defensiva.
El suspiró, se veía cansado y preocupado, como si no supiera que más decir o hacer que yo le creyera.
— Ven conmigo. — pidió unos segundos después. Yo dudé, pero terminé por seguirlo. Después de todo, si me quisiera hacer daño ya lo habría hecho, ¿No?
Me llevo hasta el sótano, me pidió que esperara frente a una puerta mientras el entraba. Al salir, tenía en manos una flor violeta, la cual identifique como la famosa verbena.
— Bien, está es la verbena, una vez que la tengas contigo, ningún vampiro podrá hipnotizarte. — dijo— Haremos una prueba. Te hipnotizare antes y después de darte la verbena, para que veas la diferencia, ¿bien?
Solté un suspiro, y asentí dudosa.
El dejó la planta en el suelo a unos metros de nosotros y se acerco peligrosamente a mi, con la vista fija en mis ojos. Tuve que hacer un gran esfuerzo por no apartar la mirada.
— Da una vuelta. — pidió algo simple, esperando a que según yo hiciera lo que dijo.
Espere unos segundos a qué alguna fuerza extraña me obligará a hacer lo que dijo, pero no pasó nada. Stefan frunció el ceño, confuso.
