¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Suspiré mirando la gran mansión frente a mi, dudosa de lo que haría.
Finalmente me decidí y caminé hacía la entrada. Toqué la puerta y esperé a que alguien abriera.
Estaba en la mansión Salvatore. Quería contarle a Stefan lo que me había dicho Sheila, no habíamos tenido mucho tiempo de hablar y sentía que el merecía saberlo. Después de todo, el fue el primero en ayudarme a tratar de descubrirlo y quería decírselo antes de que se fuera.
La puerta se abrió y, para mí mala suerte, el mayor de los Salvatore sonrió irónicamente al verme.
— Hola, brujilda. — rodé los ojos.
No tenía idea de cómo el lo sabia, pero tampoco me molestaría en preguntarle.
— ¿Está Stefan? — pregunté.
— Puede que si, puede que no...
Suspiré, no estaba de humor para sus jueguitos.
— ¿Si o no? — bufé.
— Alguien esta de mal humor. — se burló y yo traté de ignorarlo lo más posible— Está en su habitación.
Se hizo a un lado para dejarme entrar. Subí las escaleras y me detuve en seco cuando vi las muchas puertas que habían en esa casa y recordé que no tenía idea de cuál era la de Stefan.
— ¿Perdida? — inquirió Damon a mis espaldas, sobresaltandome— Que raro, pensé que ya te habría invitado a su habitación.
Bufé rodando los ojos mientras el se acercaba con esa cínica sonrisa que poseia.
— ¿Cuál es? — pregunté.
— ¿Por qué debería decírtelo? — ya me estaba irritado su actitud.
— Mira, lo último que quiero es seguir hablando contigo y se que tampoco soy tu persona favorita en el mundo...
— Eso es cierto. — comentó y yo rodé los ojos.
— ... Así que por qué no mejor me dices cuál es la habitación de Stefan y no volvemos a vernos las caras, ¿Te parece?
El puso una falsa mueca pensativa y se tomó su tiempo para hablar.
— Déjame pensarlo...
Pero antes de que el pelinegro pudiera seguir hablando, el ruido de una puerta siendo abierta a mis espaldas lo interrumpió.
— Ya déjala, Damon. — le dijo Stefan y su hermano bufó.
— Dios, son el par de aburridos... — se esfumó y yo agradecí no tener que seguir viendolo
— Alice, ¿Pasó algo? ¿Estás bien? — preguntó Stefan acercándose.
— No, nada, es solo... ¿Podemos hablar? — pregunté.
