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Me paseaba de un lado a otro por la habitación, nerviosa.
No había salido en toda la mañana. No sabía si estaba preparada para enfrentar a Stefan y me aterraba lo que podría pasar cuando cruzara esa puerta.
Estuve despierta casi toda la noche. Fue muy complicado dormir con tanta adrenalina en mi sistema. Pero al menos tuve mucho tiempo para pensar, y había llegado a la conclusión de que si no confesaba lo que sentía ahora, no lo haría jamás.
Así que repasaba lo que diría una y otra vez en mi cabeza. Quería que todo fuera perfecto. No quería arruinarlo. Y esperaba que el tampoco lo hiciera, pero no lo sabía con certeza.
Stefan me había besado, pero no sabía por qué. La incertidumbre y el miedo me estaban matando. Tenía que hablar con el. Teníamos que aclarar las cosas entre nosotros, las cuales eran bastante confusas.
Tomé una bocanada de aire, y reuniendo todo el valor que pude, finalmente salí de la habitación y bajé al primer piso.
Me extrañó no ver a Stefan por ninguna parte y por un momento pensé que tal vez se había ido. Los nervios se apoderaron de mi al instante, pero me calmé cuando a través del ventanal en la sala pude verlo en el puente hablando por teléfono.
Suspiré y decidí que hablaría con el cuando volviera. Ví una de las cajas que habíamos abierto ayer, la cuál contenía varios diarios de Jonathan Gilbert, el ancestro de Elena. Tomé uno y me senté en el sofá para comenzar a leerlo y matar el tiempo.
Pasó el rato. Jonathan Gilbert en verdad estaba bastante paranoico. Todo el tiempo hablaba sobre vampiros, y el como ellos acabarían con el mundo y bla, bla, bla.
No era muy interesante hasta que llegué a la mitad del diario, en el que contaba como una noche, luego de la masacre de los vampiros en la iglesia, un nuevo vampiro los atacó a él y a otros fundadores. De hecho, ese vampiro incluso lo mató, pero el había logrado salvarse gracias al anillo Gilbert.
Ese vampiro era Stefan.
Tragué saliva y volví mi vista hacia la ventana, pero fruncí el ceño al ya no ver a Stefan por ninguna parte.
— Veo que ya despertaste. — me sobresalté al oírlo, y al mirar frente a mi, Stefan me miraba desde la entrada— Lo siento, no quería asustarte.
— Hola... — murmuré suspirando.
El y yo nos miramos unos segundos. El caminó hacia mi y por un momento creí que diría algo sobre lo de anoche, por lo que comencé a morder mis labios, nerviosa.
— ¿Y que dice Jonathan Gilbert? — preguntó sentándose a mi lado.
La decepción me invadió, pero traté de ocultarla y volví a mirar el diario en mis manos.
