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— Bien, ¿Qué pasa? — pregunté entrando a casa de Elena con la llave que ella misma me había confiado hace un par de años.
Stefan me había llamado para pedir mi presencia en casa de Lena, según el, tenian algo importante que contarme y necesitaban mi ayuda.
— Alice, que bueno que llegaste. — Elena me saludo con un abrazo y un beso en la mejilla, yo le sonreí en respuesta.
Stefan también se acercó y sonrió en modo de saludo.
— Tenemos algo que contarte.
Nos sentamos en el sofá y ellos comenzaron a explicar su plan malévolo.
Por lo que entendí, Stefan le había dicho a Damon que lo ayudaría a sacar a Katherine de la tumba, pero no era cierto, solo era un plan para engañar al pelinegro y tener sus movimientos controlados. Nunca podrían arriesgarse a traer a muchos vampiros sedientos de sangre al pueblo y estaba bastante de acuerdo con eso.
Al parecer, Stefan también había prometido que Lena y yo lo ayudaríamos a encontrar el diario de Jonathan Gilbert, asi que eso haría.
Si se trataba de algo contra Damon, tenían todo mi apoyo.
— Saben que tienen todo mi apoyo, pero saben que tarde y temprano el lo descubrirá, ¿No? — inqueri— Y cuando lo haga, estará furioso.
— Lo sabemos, por eso queríamos hablar contigo. — dijo Stefan— No te obligaremos a nada, sabemos que es peligroso. Es tu decisión.
Lo medite unos segundos, aunque no mucho. Mi lado impulsivo y vengativo habló antes de poder pensarlo con claridad.
— Conozco el riesgo, y estoy dentro.
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— Te tengo un ragalo. — frunci el ceño ante el anuncio de Sheila.
Estaba en casa de la Bennett para practicar mi magia. Ella se levantó del sofá, tomó una cajita que estaba en uno de los estantes llenos de libros y me la entregó.
— ¿Un ragalo? No creo que deba... — ella me interrumpió antes de que pudiera terminar.
— Vamos, niña, ábrela. — alentó. Dudé un poco, pero finalmente abrí la cajita.
Me sorprendí al ver un collar allí. Era hermoso. Era una fina cadena dorada con el dije de un sol del mismo material.
— Es... Hermoso. — murmuré, pero luego recapacité— Y no puedo aceptarlo. Se ve costoso, no creo que sea correcto. Aprecio el gesto, pero...
— Es un regalo, cariño. — volvió a interrumpirme— Y no aceptaré un no como respuesta. — determinó y yo suspiré— Además, es especial.
