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Cuando Jazmín se vio vestida de novia frente al espejo de cuerpo entero, sobre el podio, se encontró hermosa, era un trabajo de capas de telas y brillos que se alzaban pomposos alrededor de la cintura

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Cuando Jazmín se vio vestida de novia frente al espejo de cuerpo entero, sobre el podio, se encontró hermosa, era un trabajo de capas de telas y brillos que se alzaban pomposos alrededor de la cintura. El corsé lleno de labrados y se alzaba hasta el cuello, dejando la espalda al descubierto con un pronunciado escote.

Le colocaron un par de guantes largos de seda y ocultaron su rostro detrás de un delicado velo.

«El día de la boda de una novia es el más feliz, pero no me siento así. No veo eso en mis ojos», pensó en su interior. Dejó caer la mirada y alargó un suspiro.

«Una vida en pareja, dijo Benedict, una que no me dio temor, al contrario, sonó alentadora; una donde tendríamos citas bonitas, amigos y momentos íntimos solo nuestros; una donde permanecería mi libertad para continuar mis proyectos sin sacrificar mi lugar de esposa, ese lugar donde muchas mujeres han quedado minimizadas. Pero junto a él, no parece que sería así. De verdad hubiera sido maravilloso. Es una lástima que solo quede en la imaginación».

Las modistas y Valeria sonrieron conmovidas al notar los ojos nublados de la princesa. Pero a Olivia le dolió en el pecho. Esa agua cristalina no era de felicidad como suponían las demás.

Tan prudente, pidió un momento a solas para la princesa y así brindarle algo de espacio ante tantas emociones. Las presentes comprendieron y quedaron en el pasillo, tras las puertas cerradas del gran salón por unos instantes.

Jazmín aceptó con agrado el pañuelo lila de filos dorados que Olivia le extendió.

Al bajo del podio esta última la ayudó a quitarse los guantes y el velo.

―Lo sé, mi princesa, lo sé.

―No, Olivia, realmente no lo sabes.

La doncella tomó las manos de la monarca entre las suyas.

―Debe alejarse del jardinero —susurró, provocando que la princesa abriera los ojos como platos y apretara inconscientemente las manos—. Ahí no hay nada que hacer. Tiene un compromiso con el príncipe. Es su deber dar continuidad a la Corona.

―Pero... —titubeó confundida. No atinaba a escoger ninguna pregunta.

―La conozco muy bien, milady. Es mi pequeña hermana también. Sabe el aprecio inmenso que le tengo y por eso siempre me voy a preocupar por su bienestar.

Jazmín no intentó negar su aventura con el trabajador, al contrario, fue un alivio que alguien de confianza lo supiera y poder así, liberarse del dolor.

Bajó la mirada y rodaron las lágrimas. Sabía que Olivia tenía razón, pero ¿cómo le hacía entender a su corazón?

―Seré una esposa infeliz enamorada de otro hombre. No sé cómo será la vida junto al príncipe. Estoy aterrada, enojada... No es esta la forma para dar continuidad a la Corona. No me siento bien con todo esto.

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