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Por los sueños de la princesa pasó Benedict sonriente, apuesto, fuerte

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Por los sueños de la princesa pasó Benedict sonriente, apuesto, fuerte. Aunque le provocaba mariposas en el estómago hacía que su corazón trabajara a alta velocidad y solo empeoraba su fiebre.

Calor y Benedict.

Parecía una combinación frecuente.

Sin embargo, la alta temperatura fue determinada por el médico como el anticipo de un resfriado. Solo necesitaba cuidados y reposo.

Al cabo de un día recobró la postura, aunque la carta del abogado que llegó hasta el edredón que la cubría en la cama no ayudó a su pronta recuperación: la Corte Real se negó al pedido de la princesa por segunda ocasión.

Apenas quedaba una última apelación. El abogado esta vez incluyó el delicado estado de salud de su alteza real para intentar presionar y conmover a las autoridades. La decisión de mantener el decreto en pie afectaba no solo a nivel emocional, sino físico de la princesa de Marlenia. Solo ella era la dueña de corazón, moralmente no existía nadie más que pudiera tomar una decisión por ella para entregarse en matrimonio.

Nadie más que la reina bajo un decreto legal, por supuesto.

Y si la Corte volvía a negarse...

Le dolió la cabeza ante la tensión y la impotencia de no poder hacer más.

Cerró los ojos e intentó calmar su mente, escuchando el tic tac del reloj marcando las cinco y cuarenta y cinco de la tarde.

Entre los pensamientos enredados volvió a aparecer el jardinero. Llegó el recuerdo del beso que casi concretaron.

Se preguntó qué pensaría Benedict en estos momentos, dónde estaría, qué estaría haciendo o si ya estaría regresando a casa, si cenaría ligero o algo más sustancioso, si leería novelas o el periódico, si le gustaría una taza de té o un café por la noche, si usaría un pijama largo o... nada...; se preguntó si pensaría en ella...

―Estoy loca —susurró al tiempo que se envolvió en una bata de dormir y salió a toda prisa hacia el taller.

Pudo huir de Olivia mientras ocupaba el tiempo en prepararle un té medicinal.

Tuvo escasos minutos para buscar la fundita craft y escondió todo entre las gardenias, dejando la nota dedicada casi a la vista.

Y casi como si lo hubiera llamado con el pensamiento logró alcanzarlo con la mirada cuando él salía de la villa con los compañeros jardineros. Fue un instante fugaz y se escabulló de regreso al interior del palacio.

A Benedict le hubiera gustado decirle a Jazmín que esa noche casi no pudo dormir por segunda vez, ya que la primera ocasión fue debido a la cercanía de los labios de la princesa y el rumor de fiebre, que él lo pudo constatar al haberla tocado antes.

Estaba recostado en el respaldar de la cama con una lucecita amarilla que brindaba calidez al espacio que nacía desde una lámpara de noche, mientras la brisa entraba fresca por la ventana. Entre los dedos leía una y otra vez la nota con letra manuscrita y pulcra: Aprecio tu preocupación y tus detalles de corazón. Permíteme demostrar mi gratitud. Los hice con cariño para ti.

No aceptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora