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El príncipe de Charlesburg tenía garbo, creció aprendiendo lo más correctos modales y estaba acostumbrado a hacer cuanto se proponía, en toda la palabra: excelente; de modo que recibir la mirada de desaprobatoria de don Pascual, enfundado en panta...

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El príncipe de Charlesburg tenía garbo, creció aprendiendo lo más correctos modales y estaba acostumbrado a hacer cuanto se proponía, en toda la palabra: excelente; de modo que recibir la mirada de desaprobatoria de don Pascual, enfundado en pantalones gastados, camiseta de mangas largas, gorra con cubre nuca, mientras chistaba la lengua, sacaba de lugar al joven novato de la jardinería.

Todo su conocimiento en idiomas, jiu-jitsu, mecánica naval, negocios y proyectos no lo podían salvar del regaño, este era el arte de las plantas y punto.

Todo su conocimiento en idiomas, jiu-jitsu, mecánica naval, negocios y proyectos no lo podían salvar del regaño, este era el arte de las plantas y punto

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―Te encomendé una sola cosa: bajo perfil, muchacho —posó ambos puños sobre las caderas.

―Me disculpo, don Pascual.

―Tengo sesenta años, pronto me jubilaré y no necesito más preocupaciones, para eso ya tengo a mi hija y sus locas ideas de deshacerse del negocio actual para montar uno completamente diferente. —Se enderezó luego de darle tratamiento a las gardenias enfermas.

―Lo haré mejor, se lo prometo.

―Sabes algunas cosas, es verdad, pero no vas a avanzar si te equivocas con lo básico. La condición de seguir enseñándote era que no llamaras la atención, pero aquí estamos: ya te descubrió la princesa en una falla. Si se entera la reina no podremos proteger tu puesto de trabajo. Ya sabes que estás aquí como una excepción.

Cada palabra la recibió como un palazo. Y doble porque, como buen disciplinado, se regañaba internamente también.

Sintió vergüenza, le costó mantener la mirada café sobre su superior.

¿Qué pensaría don Pascual al ser consciente de que regañaba al príncipe de la región vecina?

Pero no tenía forma de adivinarlo, tenía de frente a un hombre joven y fornido a secas, aunque novato en la materia, además, era dueño de un español perfecto, nadie podía notar ni un rastro de su inglés nativo.

―De verdad me disculpo, don Pascual, nada de esto volverá a pasar.

―Ya, ya, no me asegures nada. Mejor ve a tomar respiro por quince minutos, que veo que te ahogas con este calor. Vienes de la zona helada, ¿no?

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